ENCERRADOS
PARTE III FINAL.
PARTE III FINAL.
Terry se levantó del suelo al ver a Candy desnuda frente a él, porque ella era como una aparición celestial que había llegado a su presencia, siendo iluminada por la luz de las velas, la admiro de pies cabeza, el frío provoco que la piel se le erizaran, en especial la de sus pezones, los cuales parecían caramelos que le hicieron agua a la boca. Lleva una de sus manos a su rostro, las mejillas de Candy están frías, sus ojos verdes estaban encendidos de pasión, deslizo un pulgar por el labio inferior de Candy, unió su cabeza hacia ella, hundiéndose en el espeso pero aun húmedo cabello de la chica, llevo sus manos a su cuerpo, su propia piel se estremeció al sentirla, se aferró a ese cuerpo por el cual se desvelaba todas las noches, beso la piel de la mujer que tanto amaba.
—Terry… ¿Por qué tiemblas? —Pregunto Candy mientras llevaba sus manos al rostro de Terry, quien no tardo en acercarse para besar su rostro.
—Oh, pecosa. Porque sabes cuánto te adoro, y aun en mis locuras y defectos me sigues amando. —La estrecho mucho más a su cuerpo y le beso con ansias.
—Hazme el amor Terry… no me hagas esperar un tiempo más. Te deseo —dijo la chica sintiéndose avergonzada.
—Pecosa… acaso tú… ¿Me deseas?
—Sí. Terry, no quiero arrepentirme de lo que no fue a estas alturas, vine aquí, me quede a tu lado, a siempre ser tu compañía, a ser el pecho en donde puedas descansar todos los días… te amo tanto que no tolerare estar separada de ti un día más.
Fueron esas palabras las cuales terminaron de encender a Terry, beso la boca de Candy y la cargo entre sus brazos hasta llevarla a su cama improvisada. El suelo lleno de cojines y cobertores los recibió, por un instante se sentía como las suaves y cálidas alas de un azulejo y el calor de sus cuerpos era lo suficiente como para hacerles olvidar las bajas temperaturas que habían afuera.
—Te amo tanto, pecosa adorada —dijo el actor uniéndose más a ella a través de un beso. Candy le ayudaba a quitarse la camisa y los pantalones, aquello realmente estaba ocurriendo, por un instante sus nervios le hicieron jugarretas, en especial cuando se vio debajo de Terry, quien le miraba intensamente. Él se había desecho de su camisa, quedando solamente con su torso desnudo pero fortalecido, mostrando así que ya no era un niño, sino todo un hombre, y que lo amaba con toda su alma.
Sintió como se acercaba de nueva cuenta para besarla mientras sus manos recorrían su cuerpo, sus pezones erectos rozaban el pecho de Terry y este no se había percatado que seguía con su pantalón, porque en ese instante solo le interesaba en darle placer a su pecosa. Que se fuera conociendo en las artes amatorias de la mano del mejor maestro.
—Que… ¿Qué haces?
—Sshh, solo disfrútalo, pecosa mía —contesto Terry mientras iba bajando en su recorrido de besos, se fue desplazando por sus pezones, probándolos con ansias, nunca pensó que estaría tan encantado en hundir su rostro en ese pecho que para su sorpresa también tenía pecas.
Siguió bajando por su abdomen plano, deslizando su lengua, saboreando cada centímetro de la chica, sus manos la sujetaban de las caderas, la rubia observaba curiosa la dirección de Terry hasta que se sorprendió al ver como se dirigía a su entrepierna, el suavemente abrió sus piernas y por un instante, cuando el se hundió en ese pequeño pero cálido y húmedo lugar, Candy sintió que perdía el alma.
Aquello lo hacía con su lengua, hacia giros de un lado a otro, se enfrascaba en saborear su flor del placer como si se tratara de un dulce, convulsionaba ante lo que le hacía únicamente con su lengua y sus manos.
—¡Terry! —Profirió Candy mientras tomaba a Terry del pelo incitándole a que prosiguiera por un instante Candy se sintió débil, se dejó caer sobre los cojines respirando agitada por lo que Terry le había hecho sentir.—¿Qué hiciste?
—Nada. Solo que, el amor se puede hacer de todas las formas que puedas imaginar —explico Terry con el rostro sonrojado, tenía el pelo pegado por el sudor que había desprendido en su trabajo de darle placer a la chica. De repente, Candy se incorpora y se sube sobre él, lleva su mano a su pecho y ahora es ella quien lo empuja al suelo, tomándole por sorpresa. —¿Qué haces, pecosa?
—Nada, solamente te hare el amor, mi mocoso engreído —dijo sonriente la chica gateando sobre Terry con sus ojos siendo intensos y apasionados. Fue desabrochando el pantalón de Terry hasta descubrir su falo erguido y palpitante, Candy trago en seco al descubrir esa parte del actor que nunca antes había visto, y el simple hecho de que estuviera erecto indicaba que era únicamente por ella. Con una de sus manos le acaricia desde arriba hacia abajo, Terry se agito al sentir las manos de Candy sobre su miembro, se sentía como una tortura eterna el hecho de que lo tocara de esa forma, no sabía que ella pudiera llegar a ese punto.
Pero quizás, lo que nunca pensó realmente que Candy pudiera hacer, era llevarlo a su boca y lamerlo al punto donde todos sus sentidos se apagaron por ese instante donde la pasión les había ganado.
—¡Por Dios, pecosa! —Grito Terry conteniéndose para no venirse en la boca de la chica, en definitiva Candy había aprendido toda la lección, ahora tocaba la prueba final —Candy, ven.
La chica alzo la mirada hacia Terry, se colocó de rodillas mientras el termino de desnudarse, quedando ambos en el mismo estado, excitados, sudorosos, pidiendo más el uno del otro, Candy se embriago del aroma de Terry, y el de sus caricias y su sabor. La recostó sobre los cojines y siguió besándola con ahínco, deseaba darle confianza para lo que proseguía.
—Pecosa… ¿Confías en mí? —susurro cerca de la boca de Candy, tomo su miembro y lo llevo a los pétalos de su intimidad, sintiéndose húmedo y cálido, un intruso que ella deseaba darle la bienvenida para darle un hogar. Candy llevo una mano a su mejilla mientras atraía su rostro para darle un cálido y profundo beso en los labios.
La oscuridad del teatro y las tenues luces de las velas, junto con la tormenta que afuera reciaba, serían los únicos testigos de lo que en ese camerino ocurriría desde ese instante y para siempre.
—Confió en ti, mi dulce caballero inglés —contesto con certeza la chica, dedicándole una sonrisa que se acompañó con un sonrojo adorable y que termino en ese instante de prender la pasión de Terry.
Entre besos y caricias, Terry se fue introduciendo en ella, Candy se sostiene de el con un fuerte abrazo, lo escucha gruñir mientras hunde su rostro en su pecho, quiere hacerlo lento para que ambos lo disfruten, quiere ser delicado con la chica, quiere amarla en todos los sentidos.
—¡Terry! —Gimió Candy con sus ojos cerrados, mitigando la sensación dolorosa del miembro de Terry entrando en ella, la chica lo abrazo con fuerzas, sintiendo como su entrepierna lo recibía con ansias, palpitaba mientras le daba paso a ese intruso cálido, y no fue hasta que se sintió completamente llena de él que no abrió los ojos y se encontró con la intensa mirada azul de Terry sonriéndole.
—¿Estas bien, pecosa?
—Si… continua —dijo con una sonrisa la chica especial para él.
Entre besos y abrazos, el inglés inicio suaves penetraciones en el interior de Candy, quien sintió como se llenaba de él, aquel que le hacia el amor era el amor de su vida, ese rebelde de San Pablo era quien le robaba el aliento y con quien estaba más que segura, quería pasar el resto de sus días a su lado. Terry tomo sus manos y las llevo sobre su cabeza, estrechándolas con las suyas y penetrando con más fuerza, sacándole jadeos que se hacían más intensos.
—Terry ¡Oh, oh!
No podía decir nada más, estaba envuelta en un torbellino de pasión del cual sentía que no saldría jamás. Sintió a Terry levantarla del suelo para que quedara sobre su pelvis, su miembro lo sintió profundo al estar de esa manera con él, se veían frente a frente, y entre sonrisas volvieron a besarse y a reiniciar las penetraciones, Candy tomo el rostro de Terry entre sus manos, quería admirarlo mientras le hacia el amor, quería ver ese rostro sonriente que le hacía sentir la mujer más feliz del mundo.
—Terry… Terry… te amo tanto.
—Y yo… te amo, pecosa adorada —dijo cerca de su boca —Y quiero que sepas, que en esta vida y en las próximas, te amare, y te buscare hasta reencontrarnos.
Las manos del inglés se dirigieron a su espalda para sujetarla, sentía su mundo dar vueltas, siguió penetrando con fuerza, Candy llevo su cabeza y su espalda hacia atrás, siendo sujetada por Terry, y en el preciso instante cuando derrama su semilla dentro de Candy, un suave trueno resonó por doquier, haciendo temblar a Candy, pero no por miedo, era por la sublime sensación del calor de Terry en su interior, bañándola y robándole el aliento.
Ambos se dejan caer a la cama de cojines, se sienten cansados y adormilados, viéndose a los ojos, Terry arrastro a Candy hacia su regazo ara que descansara en su pecho. Las palabras no le salían de la boca, pero ¿Qué podía decir después de haberle hecho el amor a su pecosa de forma tan intensa?
—¿Qué te ocurre Terry? ¿Hice acaso algo indebido?
—No. En lo absoluto, solo que eres perfecta, pecosa amada —dijo mientras tomaba una de las manos de Candy y la llenaba de besos —Solo que, desde este momento, no creas que te dejare ir. Quiero que vivas conmigo, en mi mente, mi alma, en mi cama ¡En todo! Porque un minuto lejos… solo implicaría la muerte para mí.
—Terry, por supuesto que sí. —Contesto —Acepto, y acepto ser tu mujer, tu amiga y tu amante.
Ante esa aclaratoria, Terry volvió a besar a Candy, quien lo llevo a su pecho, los latidos de su pecho se sincronizaban con los suyos. Y al ritmo de esos latidos, Terry se fue quedando dormido, sintiéndose satisfecho y cansado, en especial, dichoso, porque esa pecosa que tanto amaba y el, ahora eran uno solo.
…..
Varios días después de esa noche, Terry y Candy no tardaron en formalizarse, como única y escandalosa testigo tuvieron a Karen Claise para arrojarles pétalos de flores y buenos deseos, la noticia llego a Chicago y nadie dio crédito a esa acelerada boda que no tuvo oportunidad de hacerse a lo grande.
Pero, a Terry y a Candy no les interesaba una ceremonia grande, lo único que a los dos les interesaba era estar juntos para siempre, en las buenas y en las malas, siendo la compañía mutua y sobre todo, amarse todos los días de sus vidas.
—Bienvenida a nuestro nuevo hogar, señora Graham —Exclamo Terry abriendo la puerta de su nuevo departamento. Uno que después de tanto tiempo, era para los dos. Vio a Candy adelantarse al centro de la sala, la cual, estaba iluminada perfectamente, haciendo un ambiente romántico ideal para los dos.
—Ay por Dios ¡Es perfecto! —dijo la chica caminando a través de la sala, dando giros sobre su propio eje —¡Me encanta! Es mucho más que perfecto.
—Ya sabía que te gustaría, pecosa mía.
—Oh, mi amor ¡Gracias! —La rubia corrió a los brazos de Terry y lo abrazo con todas sus fuerzas —Es perfecto.
—Sí. Sobre todo, porque la alfombra es mullida e ideal para los dos —explico Terry guiñándole un ojo y siendo abrazado con mas fuerza por la chica pecosa, cuyos ojos resplandecieron —Ideal para quedarnos encerrados.
Terry cerró la puerta detrás de ambos, y durante esa luna de miel, en donde se amarían en cuerpo y alma, no saldrían, asegurándose en todo momento que estarían el uno para el otro.
FIN