CAPÍTULO XXI PERPLEJIDAD
Sin que nadie se diera cuenta, la noche había tendido su manto obscuro, el cansancio empezaba a hacer mella en las chicas, especialmente en Candy, quien quería descansar, pero sabía que tenía una plática más íntima con Terry, por su parte Albert, lo dedujo, así que anunció. — ¡Es tarde, todos estamos exhaustos!, ¡Será mejor intentar dormir para despejarnos un poco! ¡Mañana hablaremos de nuevo!, es preciso saber ¿Qué están planeando los Leagan? ¡Lo mismo les recomiendo a ustedes, chicos!, aunque sé que tienen mucho que decirse, sería mejor que lo hicieran mañana. — Esto último se los dijo a Candy y Terry. — ¡No Bert! ¡Prefiero hacerlo de una vez! ¡Bueno, si Terry así lo desea! — El inglés asintió y esperó a que todos salieran de la cabaña. Cuando se quedaron solos nuevamente el silencio reinó por unos minutos que parecieron horas, por un lado, Terry aún estaba exaltado por lo del diario, en tanto que Candy no encontraba la manera de revelarle a Terry, que era a él a quien veía en su loco momento de embriaguez. — ¡¿Terry?! — Habló primero ella. — ¡Quiero decirte que yo nunca quise besar a Archie! — El joven al escucharla tensó la mandíbula, no cabía en él la idea de que su pecosa hubiera besado a alguien más. — ¡Por favor, Candy! ¡No quiero hablar de eso! ¡Comprendo lo que sucedió! ¡Lo sé porque yo lo viví en esos tiempos en los que toqué fondo! ¡También aluciné contigo muchas veces! ¡Lo que no concibo es que Archie se haya aprovechado de la situación! ¡Tampoco que no hayas tenido confianza si no en mí, la pudiste tener con Albert! — ¡Lo sé, pero ya expliqué que tuve vergüenza! — Él miró sus ojos, aun enrojecidos por el llanto, no soportaba verla así, frágil, vulnerable, hizo a un lado sus impulsos de golpear a Archie y lentamente se acercó a ella, sin decir nada la tomó de la cintura para decirle al oído. — ¡Candy, pecosa mía, por un momento sentí perderte! — ¡Yo también, Terry! — ¡No podemos separarnos de nuevo, es verdad cuando dije delante de todos que al enterarme de ese compromiso en lo único que pensé era en venir a impedirlo! ¡Así tuviera que raptarte o dejarte viuda antes de casarte, pero te llevaría conmigo! — La profunda y varonil voz del inglés se introducía lentamente en todo su ser, como si se tratara de un narcótico que poco a poco va haciendo efecto; al tiempo que las palabras se tornaban en notas musicales de una canción de amor que siempre anhelaba al recordarlo. En esos instantes el mundo, las preocupaciones, los obstáculos desaparecieron, dando paso a aquellos silencios que decían todo para ellos, esos silencios que desde que se conocieron fueron las elocuentes formas de expresión de un amor naciente que tuvo que enfrentarse a una corriente en contra. Ella embelesada recargaba su cara en el pecho de él, dejando que sus brazos la apretaran fuertemente contra sí. Así abrazados ambos sentían que, en esta ocasión, nada, ni nadie podría alejarlos, ya no estaban dispuestos a permitirlo. — ¡Te amo Terry! — Susurró Candy. Esas tres palabras revoloteaban en el estómago del actor como aquellas mariposas que anidaban en su pecho cuando la veía en el colegio, las hubo anhelado tantas veces, que escucharlas de viva voz lograron que todo su ser se estremeciera, sintiéndose vivo, fuerte, capaz de entregarle el mundo entero a ella, a esa mujer que nunca salió de su mente, que lo mantuvo consiente en esos días aletargados por la soledad y la monotonía. Ahora sintiéndose nuevamente él; libre para amarla declaró suavemente. — ¡Te amo pecosa!, durante nuestra separación ¡Estuve partido en mil pedazos, caminando en soledad, recuperándome de los fracasos del ayer! ¡Tuve que liberarme de todos esos miedos para volver a ti! — ¡Terry! — Dijo suavemente ella, en sus verdes lagunas, tampoco había dolor, solo aquél amor vibrante por ese chico engreído que la enseñó a amar. El verde de los ojos de ella se tornó brillante como aquellos prados de Escocia, mientras el azul cobalto de los de él se fundieron en ese espacio que les pertenecía a los dos. No hubo necesidad de más palabras, la humedad y tibieza de los labios de él se unieron a los de ella, en un beso tierno, anhelante, dulce; uniendo no solo sus bocas, sino sus almas que no podían seguir separadas, los locos latidos de sus corazones se acompasaron en uno solo, que los impulsaba a vivir.
El sol entró indiscreto en la cabaña, anunciando que esa intimidad tenía que ceder el paso a una breve separación. — ¡Es mejor que vayas a descansar pecosa! ¡Ya amaneció, no has dormido nada! — ¡Tú tampoco! —Rebatió ella. — ¡Los dos no hemos dormido, pero en lugar de soñar, estamos viviendo nuestra realidad! — ¡Tienes razón, es hermoso sentirse así! — ¡Así seguirá! — Candy se quedó callada y ensombreció su semblante, lo que no pasó inadvertido para él. — ¿Qué pasa, pecosa? — ¡Nada! — ¡No más, Candy! ¡No debemos callar, tenemos que decirnos todo, si queremos evitar más errores! — ¡Tienes razón! Es que ¡Me preocupa Archie, no quiero lastimarlo! ¡No me mal entiendas! ¡Lo quiero mucho, pero como amigo, es mi primo de alma! — Manifestó ella, al notar que sus músculos se tensaban. — ¡Te entiendo, pecosa, pero también comprende que todo lo que escribió en su diario me llena de celos! ¡No tenía derecho! — ¡Cálmate, amor! — El inglés relajó la tensión y levantó su mentón con su mano para que lo viera a los ojos. — ¡Tenemos que olvidar todo lo que ha pasado, no debemos dejar que pese sobre nosotros! ¿Comprendes? ¡Si dejamos que Archie o Susana sigan afectando no podremos seguir adelante! — ¡Si, en esta ocasión todo es diferente! ¡Lo prometo! — ¡Vamos te acompaño a la mansión! — Concluyó Terrence entrelazando sus manos para salir.
La mañana llegó a Lakewood con un sol resplandeciente que cegaba la visión, a pesar de haber trasnochado, Mely, Albert, Stear y Patty desayunaban alegremente en la terraza, ninguno esperaba la compañía de la tía abuela, quien decidió tomar sus alimentos en su habitación. — ¿Alguien sabe de los tortolitos? — Preguntó Albert. — ¡Candy todavía no se despertaba, cuando fui a buscarla! ¡Imagino que Terry tampoco lo ha hecho! — ¡No sabemos si pudieron arreglar sus cosas! — Comentó Stear. — ¡Yo creo que sí, si no Terry me hubiera despertado como un torbellino! Jajaja… — Añadió el magnate, provocando las risas de todos. — ¡Buenos días! ¡Creí escuchar mi nombre! — Se escuchó la vos potente del actor, que entraba a la terraza. — ¡Menciona al diablo y aparecerá! — Musitó Stear. — ¡Entonces no me equivoqué! ¡Soy motivo de sus risas! — Todos volvieron a reír, parecía que la nube sobre la familia Ardlay había partido caprichosa rumbo a otros lares. Durante la sobremesa ninguno hablaba más allá de lo sucedido, eran conscientes de que alguien podría escucharlos. Más tarde se reunirían. — ¡Albert! ¡Podemos hablar! — ¡Claro amigo, solo que tengo que hacer algunas cosas durante la mañana! ¿Puede esperar? — ¡Si, no hay problema! — Solo espero a George con quien tengo que ver unos asuntos, además de un pendiente que me queda. Aunque William no lo mencionó se refería a Archie, con quien hablaría más tarde. Al terminar todos se levantaron para dirigirse a sus actividades, cuando entró el mayordomo para comunicar. — ¡Señor Grandchester!, ¡Tiene una visita que le espera en el recibidor! — Ante la posible aparición de Susana Marlow, los presentes mostraron preocupación, pensando en evitar que Candy bajara en esos momentos. — ¿Dijo su nombre? — Cuestionó Terrence. — ¡Sí dice llamarse Eleanor Baker! — ¿Puedo pasarla a tu despacho, Albert? — ¡Por supuesto! ¡Adam, pase a la dama a mi oficina por favor! — ¡Correcto! — Respondió el hombre. Stear parpadeo varias veces creyendo no haber escuchado bien. Terry con un semblante alegre comentó. — ¡No hay problema! ¡En unos momentos vuelvo! — ¡Terry amigo! ¿De dónde conoces a la señorita Baker? ¡Llévame contigo! — El actor solo río a carcajadas por los comentarios, pero siguió su camino. Patty extrañada le preguntó a su novio. ¿La conoces? ¿Quién es? — ¡Es la mejor actriz de Broadway!, ¡Además de talentosa, es la mujer más hermosa que existe en esta tierra! — El chico no se daba cuenta de la cara de enamorado que había puesto, pero regresó a la realidad cuando Patricia le dio un pellizco. — ¡Así que la mujer más hermosa ehh…! — ¡Ouch…! — Exclamó Stear sobándose el brazo. Volviendo a suscitar las risas de los otros.
Terry caminaba rumbo al despacho del anfitrión cuando notó que en el salón Archibald mostraba sus ademanes más elegantes a Eleanor, el coraje que le guardaba superaba su intención de no hacerle nada, era algo que no podía controlar del todo, pero tampoco armaría un escándalo justamente en ese momento. — ¡Si ya terminaste de saludar a la dama! ¡Retírate Cornwell! — Señaló con grave voz. — Pero ¿Qué te pasa Terrence? ¡No seas mal educado delante de la dama! — ¡He dicho que te desaparezcas! — Archibald acostumbrado a los desplantes del actor optó por irse, la verdad era que adoraba a la actriz, pero estaba tan cansado de tantos problemas, que prefirió irse. Terry no dijo nada hasta que hubo puesto el cerrojo tras cerrar la puerta del despacho. — ¡Madre! — ¿Cuándo llegaste? ¿Por qué viniste? ¿Pasó algo malo? — Interpeló el joven a su madre, quien nerviosa le contestó abrazándolo y besándolo, previamente. — ¡Llegué anoche!, pero ¡Salúdame, hijo! ¿Acaso no te gusto verme? — ¡Claro que si, Eleanor! — Después del breve abrazo, la actriz no sabía cómo empezar, así que se decidió por decir lo de la demanda. — ¡Vine porque no tuve noticias de ti, más que el primer telegrama que mandaste¡, ¡No tenía la certeza de que te encontraras aquí!, ¡Fue una suerte encontrarte! — ¡Discúlpame! ¡Han pasado muchas cosas, pero afortunadamente se han ido resolviendo!, pero ¡Dime! ¿Qué ha sucedido? — ¡Terry no te alteres por lo que te diré, por favor! — ¡Eleanor, me altero más si no lo dices de una vez! — ¡La bruja de la madre de Susana te demandó por intento de homicidio en contra de Susana! — ¡¿Qué?!, pero ¿Cómo se atrevió? ¿Qué dice el abogado? — ¡Al momento no hay tanto de qué preocuparse!, ¡El reporte médico dice que la afectación de Susana fue por consumir durante mucho tiempo pastillas para dormir, lo que se complicó por ingerir raticida! ¡Durante días esperamos la declaración de Susana!, sin embargo, ¡Ella estuvo inconsciente! ¡Para su mala suerte, tiene una afección cardiaca que no tiene remedio!, ¡Si no se cuida su corazón no resistirá!, ¡Ignoramos si lo sabe, porque escapó del hospital! ¡Sospechamos que está aquí! — El inglés se paralizó con la noticia, no era algo que le deseara a la chica que le hubo salvado la vida, pero él no tenía nada que ver en eso. Supuso que ella abogaría por sí misma y su estado de salud para obligarlo a regresar con ella. Eleanor lo miraba en espera de alguna reacción rebelde, pero no sucedió así. — ¡Hijo! ¿Estás bien? — ¡Sí, pensaba en lo que hará Susana! ¡Ella está aquí! — ¿Cómo lo sabes? — ¡El tío y primo de Candy la vieron! — ¡Santo cielo! ¡Espero que no se atreva a venir! — ¡No lo sé madre!, pero ¡Te aseguro que no caeré en su juego esta vez! — ¿Qué quieres decir? — ¡Que si viene a chantajearme de nuevo no se lo permitiré! ¡Menos ahora, que hemos arreglado las cosas Candy y yo! — El semblante de la mujer mostró una gran sonrisa al escuchar eso, temía que su hijo no hubiera llegado a tiempo. — ¡Magnifico, Terry! ¡Llegaste justo en el momento adecuado para suspender el compromiso! — ¡No, si se realizó el anuncio! — ¿Entonces? — ¡Es algo que estamos resolviendo, madre!, ¡El padre de Candy anunciará la cancelación, solo estamos buscando la mejor manera para evitar un escándalo! — ¡Entiendo, me alegra tanto hijo! — ¡Espera, en toda la conversación has dicho “sospechamos, esperamos”, ¿Quién más sabe de esto? — Eleanor palideció, no podía postergar más el anuncio, así que respondió. — ¡Richard y yo! ¡Tú padre está aquí, Terry! — Para Terrence la noticia le cayó como bomba, pensó en muchas cosas, menos que el duque estuviera ahí.
No muy lejos de ahí, George se hubo retrasado en su partida para Lakewood, aguardó por si encontraba a Elisa de nuevo, pero no obtuvo resultados, sin más decidió tomar camino, se dirigió a la recepción, donde observó un enorme despliegue de seguridad, imaginó que se trataba de alguna visita importante en el pueblo, sin mostrar interés se abocó a cerrar su cuenta. Otro hombre hablaba con la recepcionista a quién le preguntaba si ya había hecho la conferencia telefónica para el duque de Grandchester. Al escuchar el nombre del aludido, el buen hombre sonrió, no cabía duda, las sorpresas, seguirían sucediéndose. Dudó unos instantes en dejar el hotel, pero la información que tenía era importante que la supiera Albert, así que decidió partir. No obstante, del ascensor bajaba Richard Grandchester, quién mirándolo fijamente le preguntó. — ¡¿George Villers?! ¡Usted es la mano derecha del jefe del clan Ardlay! — ¡Así es, su excelencia! ¡Me enteré de su arribo a Nueva York, pero no imaginé encontrarlo aquí! — Los hombres se conocían por los diferentes negocios que William propició en Europa. — ¡Tengo que resolver algunos pendientes relacionados con mi hijo, quien se encuentra con los Ardlay! — ¡Comprendo! ¿Quiere que lo conduzca para allá? — El duque dudó en la respuesta que daría, pues nadie sabía la relación con Eleanor, sin embargo, era algo que ya no quería esconder, menos de la próxima familia política de su primogénito. — ¡No es necesario! ¡Eleanor, la madre de Terrence fue para allá! ¡Yo esperaré aquí, estamos buscando a una persona! ¡Me es preciso encontrarla! — El reservado George no mostró gesto alguno ante lo dicho por Richard, dejando de lado lo revelado por el duque respecto a la madre de Terry, se animó a ofrecer su ayuda. — ¡Si usted me lo permite, su gracia! ¡Tal vez pueda auxiliarlo! ¿A quién busca? ¡En este lugar se conocen a todos los habitantes! — ¡Le agradezco caballero! ¡Lamentablemente, la mujer no es de aquí!, pero tal vez la vea o la haya visto ya. ¡Se trata de Susana Marlow! — ¡Justamente la vi ayer, creo saber dónde se encuentra! — La sonrisa de Richard fue amplia ante lo comentado por su interlocutor, así que agradecido le pidió. — ¡Por favor lléveme para el lugar! ¡Le estoy muy agradecido! — ¡Será un placer! — George, pensó que se estaba tomando la libertad de decidir sin autorización de Albert, sin embargo, era algo que no podía esperar, ya después le explicaría a su amigo. Ambos hombres seguidos por la escolta del duque llegaron pronto a la residencia Leagan. El segundo a bordo de los Ardlay era más que conocido y respetado por la servidumbre, así que sin mediar más que un saludo, entraron. No había nadie en el salón, así que George le ordenó a una de las mucamas. — ¡Por favor, llame a la señorita Marlow! — La doncella, entendió que se referían a la invitada de la señorita Leagan, así que no dudó en obedecer la instrucción, sin avisar a nadie. La ágil mente de Villers, le permitió vislumbrar una negación por parte de los habitantes de la casa, así que con esa actitud los tomaría por sorpresa y tal vez, se descubriera cualquier treta que estuvieran tramando. El duque por su parte, no imaginaba nada, tan solo quería aclarar muchas cosas con esa chica. No la conocía, pero algo le decía que no sería tan fácil hablar con ella, ya que su propia madre no la hubo educado bien.
Susana, leía en lo que esperaba las indicaciones de Elisa, la tarde anterior había conseguido las píldoras, no tendría que escatimar en su toma constante para sentirse bien, en su mente ya había diseñado la forma en la que abordaría a Terrence, de tal manera que él no podría negarse, en caso de fallar acudiría como siempre a la estúpida de Candice. Cuando la mucama le informó que la esperaban en el salón, salió despreocupadamente, su caminar era pausado, le dolía la prótesis, pero el manejo constante de la misma, le permitía caminar sin que se notara. Villers le dijo al duque. — ¡Los dejo para que conversen su excelencia! — ¡Es usted muy amable, no tardaré demasiado! ¡Por favor aguarde en seguida lo alcanzaré! — George asintió. Cuando Susana entró en el salón no reconoció al hombre que la esperaba así que preguntó. — ¡Buenos días! ¡Perdón, me dijeron que me llamaban, pero no veo a los anfitriones de la casa! ¡Usted disculpe, me retiro! — La primera impresión que tuvo Richard de la chica fue que era bonita, pero nada espectacular, sus modales más que ser finos, eran respetuosos, sin la exquisitez y delicadeza de las damas no tan solo de la nobleza, sino de las de la alta sociedad. No aparentaba ser la arpía que estuvo torturando a su hijo, pero bien sabía, que una cara bonita no era reflejo de sinceridad, así que le respondió. — ¡No, no se equivoca, señorita! ¡Fui yo quien la mandó llamar! — ¿Usted? ¡Perdone, pero no lo conozco! ¡No creo que tengamos algo de qué hablar, con su permiso! — Susana vio los ojos grises del hombre que le pareció demasiado elegante, con un porte distinguido, le asemejaron sus rasgos conocidos, pero no lo relacionó con Terry. — ¡Se equivoca! — Reparó él. — ¡Soy el duque de Grandchester, padre de Terrence! — El corazón de la chica latió con fuerza, no cabía en la sorpresa de ver al padre de Terry, tampoco entendía qué hacía ahí.
Albert pensaba en la tardanza de George, no obstante, la compañía de Mely le ayudaba a estar tranquilo, más, después de la plática que antecedió la tarde anterior, como Terry estaba todavía en su despacho, decidió dar un paseo con su novia por los jardines, indicando al mayordomo que le avisara la llegada de Villers. Mientras caminaban eran observados con recelo por la tía abuela, quien desde su balcón miraba sin recato a los jóvenes que mantenían las manos entrelazadas. La mujer se negaba a dar su brazo a torcer, no quería reconocer que nuevamente se había equivocado con Albert, en su mente buscaba la manera de salirse con la suya. Cuando llegaban a una de las fuentes, William vio que Archie se encontraba ahí, cortando una rosa, ante la tardanza de su asistente, decidió utilizar ese tiempo en la conversación pendiente que tenía con su sobrino. — ¡Archibald! ¿Qué haces? — El chico notó es serio tono con el que su tío se dirigió a él, pero respondió cortésmente al ver a Mely. — ¡Corto una flor para dársela a la maravillosa estrella que nos visita, Eleanor Baker! ¿La han visto? — A Mely le dio risa ver cómo ambos hermanos eran fervientes admiradores de la artista. — ¡Deja eso para después, tengo que hablar contigo! ¡Sube a tú habitación, voy por unas cosas y te alcanzo! — Archie sintió algo de temor por la forma en que su tío lo miraba, pero accedió, sin imaginar lo que pasaría.
Continuará…