CAPÍTULO XXII DESENCUENTROS
La tranquilidad se observaba en el rostro de Eleanor, quien después de conversar con su hijo salió de la mansión de los Ardlay, hablaría con Richard con lo que le hubo contado Terry todo cobraba sentido, incluso podrían hacer que las Marlow se fueran al quinto infierno si querían, pero no le harían más daño a nadie. Terrence acompañó a su madre hasta el vehículo que la esperaba, de regreso se encontró con Albert, quien le dijo que se reuniría con Archie, el inglés no iba a desaprovechar la oportunidad para hacerlo, también él. — ¡Albert! ¡Quiero estar presente! — William se quedó pensativo, es verdad que su sobrino necesitaba un escarmiento, pero tampoco quería que su rival de amores hiciera leña del árbol caído. — ¡Sé que quieres reclamar, amigo, pero dame la oportunidad de que sea yo! — ¡No te preocupes, solo le diré dos palabras, lo prometo! — Aunque, el magnate sabía tal vez su amigo no cumpliría aceptó. — ¡Esta bien, Terry, pero dos palabras, nada más! ¡Lo has prometido ehh…! — ¡Sí! ¿Dónde está? — ¡En su habitación, es la segunda puerta subiendo las escaleras! — El actor, no esperó más subió a grandes zancadas las gradas, sin tocar entró directo en la recámara, el menor de los Cornwell estaba de espaldas, al escuchar el estruendo de la puerta dio la vuelta de inmediato. William, al ver cómo subía Terry tomó lo que necesitaba de su despacho y lo alcanzó corriendo. Llegó justo para presenciar como Terry le asestaba un fuerte golpe en la mandíbula a su sobrino al tiempo que le decía. — ¡Por imbécil! — Acto seguido regresó por donde entró, al ver a Albert le dijo. — ¡Dos palabras! — Sin más cerró la puerta tras de sí.
Candy se levantó casi al medio día, cuando lo hizo Dorothy ya le había preparado el baño y dispuesto la ropa que usaría. — ¡Se te pegaron las sábanas! — Dijo la fiel mucama. — ¡Caí rendida, han sido tantos sobresaltos que no lo noté! ¡Discúlpame! — ¡No, ni lo digas! ¡Creo que te sirvió bastante! ¡Luces bien, la luz de tus ojos volvió! — La rubia le regresó a su amiga una mirada alegre. — ¡Sí! ¡Arreglé las cosas con Terry! — ¡Eso quiere decir que no te casarás con Archie! — ¡No, Bert cancelará el compromiso! — ¡No quiero ni pensar en lo que hará la tía abuela! — ¡Si, pero ya no le tengo miedo! ¡Si no lo acepta me iré al hogar de Ponny en lo que me caso! — ¡¿Cómo?! ¿El señor Grandchester te pidió matrimonio? — ¡No! ¡Como tal no, pero sé que lo hará! ¡Los dos no estamos dispuestos a vivir separados! — ¡Te felicito, Candy! ¡Es una muy agradable noticia! — Comentó la joven, quien no pudo evitar reflejar un poco de tristeza. — ¿Qué pasa, Dorothy? — ¡Nada, no me hagas caso! — ¡Somos amigas! Dime ¿Qué sucede? — ¡Me da mucho gusto que por fin seas feliz con el hombre que amas!, pero ¡Lamentaré no verte más! — ¿Es solo eso? ¡Mi querida amiga! ¡Pensaba que vinieras conmigo a Nueva York! — ¿En serio? — ¡Sí! ¡No pienso dejarte con la tía! — ¡Gracias Candy, ahora soy feliz por las dos! — Candy abrazó a la chica, finalmente era su amiga, tendía que ayudarla, si todo salía bien la haría ama de llaves, así podría ayudar más a su familia. El abrazo fue interrumpido por unos toques a la puerta, Dorothy abrió, era Terry. — ¡Candy te buscan! — ¡Terry! — ¡Buenas tardes pecosa dormilona! — Ella se sonrojó y musió — ¡Lo siento! ¡Seguramente has desayudando ya! — ¡Claro, solo vine a decirte que saldré unas horas! — ¿A dónde irás? — ¡Voy al hotel del pueblo! ¡Eleanor vino y me comentó que se hospeda ahí! — ¡Iré contigo, quiero saludarla! — ¡En este momento no cariño! ¡También está el duque! — ¡¿Tú padre aquí?! — ¡Sí, quiero ver qué quiere! — ¡¿Terry, si se opone a nuestra relación?! — ¡No me importa, desde hace mucho renuncié a su apellido! ¡No podrá obligarme a nada! — ¡Tengo miedo! — ¡No te preocupes! ¡Confía en mí! ¡Si se opone a nuestra boda! ¡Albert nos apoyará — ¡¿Boda has dicho?! — ¡Por supuesto! — Pero ¡No me lo has pedido! — Jajaja… ¡Pecosa, es un acto formal! ¡Para eso habrá un poco más de tiempo!, sin embargo, ¡Quiero que sepas que ahora estás comprometida, pero conmigo! — Al decir esto, bajó la mirada para ver si ella traía puesto el anillo que Archibald le diera. — ¿Por qué traes esa sortija puesta? — ¡La iba a quitar, pero se ha atorado, mira! — El inglés trató de sacar la argolla, pero no podía. — ¡Cierto, haz lo posible por quitarla, Candy! — ¡Si, le diré a Dorothy que me ayude! — ¡Bien, ahora me voy, espero regresar para la comida! — ¡Ve con cuidado, cariño! — Ambos se despidieron con un beso breve y él salió.
En la mansión Leagan una feliz Susana se acercaba al duque ofreciendo su mano para que él la besara; no obstante, Richard no hizo ningún movimiento desconcertando a la chica. — ¡Mi visita no es de cortesía muchacha! ¡Lo que vine a decirte no me tomará más de cinco minutos! — Habló el arrogante hombre que destilaba frialdad por sus pupilas grises y en sus palabras. Al ver la actitud del que pensó Susana sería su suegro, palideció, quiso hablar, pero el levantando una mano la detuvo. — ¡No se moleste en decir nada, no me interesa! ¡He hablado con su madre y le ordené que ella junto con usted se irán a Australia, allá vivirán, tendrán todo para comenzar de nuevo! ¡No quiero que se acerque a mi hijo, ni a la familia Ardlay! — ¡¿Qué está diciendo?! ¡Perdón!, pero ¡No comprendo! — ¡No hay nada que comprender, solo debe acatar mis instrucciones, antes de que las meta en la cárcel por difamar la reputación de mi hijo, el marqués de Grandchester!, ¡Además de estafadoras! — ¡Señor mío me está insultando! — ¡Como quiera tomarlo!, pero acaso ¿No han hecho eso? ¡Presionando a Terrence para cumplir sus caprichos!, ¡No conformes con ello! ¡Pretendieron obtener más por su accidente solicitando una indemnización! ¡Cómo se puede dar cuenta, estoy enterado de todo!, sin mencionar ¡La estúpida demanda por intento de homicidio que su madre antepuso para acusar a mi hijo de querer matarla! — Conforme hablaba el duque Susana sentía que le faltaba el aire, las piernas le temblaban logrando que un ruido se escuchara por el metal de la prótesis, sin embargo, esto no conmovió a Richard, quien prosiguió. — ¡Creo que no son más necesarias mis explicaciones! ¿O sí, señorita Marlow? — La joven, sabía que tendría que jugarse el todo por el todo, si por un momento imaginó una relación cordial con el padre Terry, ahora entendía que debía contender en una batalla o morir en el intento. — ¿Es así como un noble inglés agradece que una plebeya haya salvado la vida de su hijo? ¡Considero que debe reconsiderar su actitud! ¡Terry me debe la vida! ¡Si no fuera por mí, usted no estaría aquí hablando por él en estos momentos! ¡Si mi madre hizo eso fue porque su hijo sí intentó matarme! — ¡No me haga reír, no me gusta tener ese tipo de actitudes con los plebeyos! — ¡Búrlese si quiere!, ¡Lo que si le aseguro es que Terrence no permitirá esto! — ¡Para su información, mi hijo no volverá a verla! ¡Usted y su madre abordarán el primer tren a Nueva York! ¡De ahí se embarcarán a Australia! — ¡No lo haré! — Vociferó Susana, ya muy alterada, la serenidad y apostura que mostró ante el duque, estaba dando paso a la frustración, impotencia y ansiedad. — ¡Quiera o no lo hará! ¡Mis hombres vendrán por usted! — Terminó por decir Richard abandonando el lugar, sin dar tiempo a que la molesta joven dijera algo más. Elisa, que iba llegando después de pasar la noche con Derek, su amigo íntimo, observó la salida del duque, quien con un asentimiento de cabeza como saludo siguió su camino. Cuando entró en el salón se encontró con una Susana trabada del coraje, intrigada le preguntó. — ¿Qué te pasa? ¿Quién era ese hombre? ¡Se me hizo conocido! — La malhumorada joven respondió. — ¡Era el padre de Terry! — ¡¿El duque de Grandchester?!, pero ¿Qué hacía aquí? — ¡Vino a decirme que no debo acercarme a su hijo! ¡Que me mandará lejos junto con mi madre! — A Elisa eso no le gustó, pensó que eso podría afectar sus malévolos planes, rápidamente pensó en esconder a Susana, al ser ella su chivo expiatorio no la dejaría ir tan fácilmente. — ¡Eso es inaudito!, pero ¿Qué le pasa?, ¡Estamos en Estados Unidos de América, aquí su poder no vale nada!, de todas maneras ¡Te tendrás que esconder hasta que llevemos a cabo nuestro plan! ¡Iré a ver a Annie! ¡Ya tengo todo listo para realizarlo! — ¿Qué hago, entonces? — ¡Le diré a Neil que te lleve a un lugar seguro! — El aludido que llegaba de cabalgar escuchó lo último dicho por su hermana, así que le cuestionó. — ¿A dónde quieres que la lleve? — ¡A las cabañas de los Ardlay! ¡Nadie se imaginará que está ahí! — ¡Buena idea, de hecho, voy para allá, ya tengo la forma en la que lograré que la tía abuela me acompañe! — ¡Muy bien! ¡Solo ten cuidado Susana, nadie debe verte! — La ex actriz asintió, aunque al saber que su madre estaba en Chicago la quería ver, que la apoyara en esos momentos, pero a la vez comprendía que eso era imposible por el momento.
Eleanor llegaba al hotel, no podía disimular la cara de felicidad al enterarse de la reconciliación de su hijo con Candy. Iba para su habitación cuando le impidió el paso la señora Marlow. — ¿Dónde ha estado? ¡He intentado hablar con el duque, pero no está! ¡Le advierto, si le hicieron algo a mi Susy me lo pagarán! — ¿Qué tontería está diciendo? ¡Nosotros no somos como ustedes! ¡El duque y su personal está buscando a su hija!, ¡Que seguramente está escondida esperando llegar a Terry!, pero ¡Eso señora mía no podrá hacerlo! — ¡Eso no sé si su “duque” con todo su poder pueda evitarlo! ¡Susy ama a ese muchacho y contra el amor, nadie puede hacer nada, señora! — ¡No escucharé más sandeces! ¡Norman! — Llamó la diva a uno de los guardias del duque, quien atendió prontamente el llamado. — ¡Ordene mi lady! — ¡Lleve a esta mujer a su habitación y que no salga hasta que regrese su excelencia! — ¡A la orden, mi lady! — Obedeció el chico, tomando del codo a Carolina Marlow, quien a regañadientes avanzaba, no sin antes soltar un insulto para la bella mujer. — ¡Es usted una cualquiera, ahora me doy cuenta! ¡Usted es la amante del duque! ¡Eso lo sabrá todo el mundo! ¡De eso me encargaré yo misma! — Eleanor no hizo caso, entró a su habitación a esperar a Richard.
En la mansión de los Ardlay, Stear y Patty conversaban en el jardín respecto a todo lo sucedido, tenían una grata sensación de alivio porque todo se había aclarado. — ¡Patty! ¡Lo que ahora me preocupa es lo que hará Archie cuando se entere de que no se casará con Candy! ¿Cuál será su reacción? ¡Pensará que lo he traicionado! — ¡Es posible!, pero ¡Stear hicimos lo correcto! ¡Sufriría más si se casa! ¡Candy nunca lo amará! — ¡Es cierto!, ¡Suplico a Dios porque lo supere pronto! — ¡Mira ahí va Terry! — Señaló Patricia al inglés que se dirigía al estacionamiento a tomar el vehículo que días antes le prestara Albert! — ¡Voy con él, cariño! ¡No sé a dónde va! ¡Tal vez pretende ir a ver a Susana! ¡Es mejor que haya testigos! ¡Nos vemos al rato! — Algo contrariada, la chica asintió. — ¡Terry, Terry! — Gritaba Stear al actor, quien volteó para saber qué quería su amigo. — ¿Qué sucede? — ¡Nada! ¿A dónde vas? ¿No pretenderás buscar a Susana? ¿Verdad? — ¡No, iré al hotel donde se hospeda mi madre! — ¿Tú madre? — ¡Sí, Eleanor Baker es mi madre! — Boquiabierto, Alistear no cabía de la sorpresa, tartamudeando añadió. — ¡Amigooooo! ¡Es una maravillosa noticia! ¡Al saber que somos íntimos no se negará a darme un bello autógrafo! ¡Llévame contigo por favor! — ¡Stear, lo que pasa es que iré a visitar también al duque! — ¡No importa, yo platico con tu hermosa madre y tú haces lo tuyo! — ¡No te detendrás! ¿Cierto?, es decir, ¡Tendré que llevarte! — ¡Así querido amigo, que digo amigo, hermano! — Jajaja… ¡Eres imposible! ¡Vamos! — Respondió Terry resignado a llevar al joven Cornwel con él. No podría ser mala idea, si sucediera cualquier altercado con su padre, Stear le ayudaría a entretener a su madre.
El ruido del motor se dejó escuchar en la recámara de Archie, quien todavía se sobaba el fuerte golpe que le hubiese dado el enfurecido actor. — ¿Por qué permitiste eso tío? — Cuestionó Archibald al jefe del clan, quien no dudó en contestar. — ¡Porque lo merecías! — Pero, ¿De qué se trata? ¿Ahora resulta que defenderás a ese engreído aristócrata en lugar de mí que soy tú sobrino? — ¡Mi sobrino ha cometido estupidez, tras estupidez! ¡No importando lo que su comportamiento generaría! — El menor de los Cornwell se puso rígido, ¿Acaso ya estaba enterado de lo que sucedió con Annie?, o peor aún, ¡Neil le había dicho de su diario!, su mente hacía esfuerzos para contestar al patriarca, realmente no sabía qué le hacía decirle todas esas cosas, así que se atrevió a pedirle. — ¡Puedes ser más claro por favor! — ¿Qué tan claro quieres que sea? ¿Tan claro como para decirte que a una dama no se le trata como a una cualquiera?, o ¡Que un caballero no antepone su amor! ¡Se lo gana! — ¡Albert! ¿A qué te refieres? ¡Siempre he sido un caballero! — ¿Sí? — Vociferó William, que hasta entonces había guardado las ganas de mostrarle al joven aquellas hojas escritas por él, sin más lanzó contra el rostro de un anonadado Archie los trozos de papel para decirle. — ¿Entonces, qué demonios es esto, Archibald? ¿Cómo pudiste hacer eso? ¿Qué tan bajo caíste para utilizar lo sucedido con Candy para orillarla a un absurdo matrimonio? — El chico, de momento sintió como si el peso del techo le hubiese caído en sus hombros, un zumbido sordo palpitaba en sus oídos, al tiempo que su voz había desaparecido. Lentamente se agachó para tomar los papeles y de inmediato reconoció su letra, al igual que se trataba de dos hojas de su diario, sí ese bendito diario, que no dejaba de ocasionarle problemas. Miraba sin leer, total ya sabía lo que escribió, con voz trémula intentó justificarse. — ¡Albert y…o! — ¿Qué Archie?, ¿Qué me dirás? ¿Qué no escribiste eso tú? — ¡No, yo no, bueno, yo lo hice, pero se tratan solo de sueños tontos! — ¿Sueños tontos? ¡No son tan tontos de manera que estuviste buscando como loco tu diario!, o ¡También vas a negarlo! — ¡No, si es mi diario, pero es eso mí diario, algo demasiado personal, nadie tenía derecho a violar mi intimidad! — ¡Si hubieras sido cuidadoso no te lo hubiese robado Annie! — Con esas palabras Archie comprendió que William estaba enterado de todo, pero no se daría por vencido, no permitiría que detuviera su próximo enlace. — ¡Todo tiene una explicación! — ¡Quiero escucharla, jovencito, pero te recomiendo que digas la verdad, Candy ha dicho todo! — Solo en ese momento, él piso perdió su forma, vueltas interminables de la cara de Candy sucedían ante él, — ¿Cómo la chica que amaba se hubo atrevido a contar lo que ocurrió aquella maravillosa tarde? ¿Era por eso que Terry lo había golpeado? ¿A qué hora sucedió todo, que no se dio cuenta? — Sacaba conclusiones de lo que le decía su tío, por instantes no sabía qué más decir. — ¡Contesta con un demonio! — El grito de Albert lo sacó de su ensimismamiento, pero la imaginación había huido, igual que las esperanzas de que al recuperar su diario, toda su preocupación acabaría. — ¡No puedo decirte nada! ¡Si Candy te lo dijo, me apego a lo dicho por ella! — Esta reacción enfureció a Albert, quien le asestó un golpe en el estómago, para después propinarle otro en la cara, lo que hizo que Archie se doblara del dolor. — ¡Quise contenerme, quise hablar contigo, que te arrepintieras, pero sigues necio! — El maltrecho muchacho, envalentonado por los golpes y por sentirse acusado injustamente, se reveló contra el magnate. — ¿Qué quieres que te diga? ¿Qué te prometa no escribir más? ¡Perfecto no lo haré! ¿Por qué sabes? ¡Muy pronto lo haré realidad! ¡Me casaré con Candy y no habrá más que cuidar! ¡Como tú lo has dicho, he recuperado mi diario y nadie más tiene por qué leer nada! — ¡Eres un imbécil Archibald! ¡Desde ahora te digo que no habrá tal boda! — ¡Esto está por verse, Candy me ama, me lo ha dicho! ¡Yo estoy dispuesto a luchar por nuestro amor, así tenga que dejar el apellido Ardlay! — ¡Tú negación no tiene límites! ¡Nunca imaginé qué tú siendo tan cuidadoso, vanidoso y correcto! ¡Tuvieras que utilizar un mal entendido para conseguir a una mujer! — ¿Te disgusta que Candy me ame a mí? ¿Qué no seas tú el elegido? ¡Crees que no sé qué también tenías sentimientos por ella! — Otro golpe se dejó ir en el rostro de Archie, quien no se dobló iba a lanzarse a pelear con Albert, pero las palabras de su tío lo detuvieron. — ¿Cómo es posible que le hayas mentido a Candy, asegurando que algo más que un beso hubo pasado entre ustedes? ¡Eso es cobarde! ¡Sin contar con lo que le hiciste sentir a Annie! ¡Fuiste un cobarde! ¡Si no la amabas, debiste terminar con ella! ¡No hacer que ella se enterara al verlos en el ático! ¡Mucho menos en esas condiciones! ¡No fuiste capaz de aclarar que no era lo que pensaba! ¡Qué Candy estaba ebria! ¡Me parece una actitud pusilánime, Archibald! ¿Te das cuenta de que prácticamente obligaste a Candy a aceptar tu propuesta de matrimonio? ¡Abusaste de su inocencia y confianza que te tiene! ¡Un caballero no se aprovecha de una mujer en estado inconveniente!, por el contrario, ¡La protege! — ¡Yo la protegí por eso quise cumplir como hombre, al casarme con ella, cualquier rumor esparcido por Annie no tendría importancia! ¡La amo tío! ¿Es tan difícil de aceptar? — ¡Dudo mucho que sea amor, Archie! ¡Cuando uno ama, no importa lo que pase, lo más importante es la felicidad de esa persona! ¡Creo que lo tuyo es obsesión! — Archie no soportó más y se lanzó contra su tío tumbándolo en la cama. William sin problema lo hizo a un lado y le dijo. — ¡No, no lucharé con un contrincante vencido! ¡Si tienes ganas de golpear, hazlo contra la pared! — ¡Por favor, Albert, apóyame! ¡Con tú ayuda, podré casarme, te prometo, te juro, que la haré feliz! — ¡Pobre de ti, Archie! — Dijo William, quien se serenó al ver la desesperación, negación e impotencia de su sobrino. — ¡Me apena que vivas esto, quiero ayudarte a sanar! ¡Aquí estaré para ti!, pero ¡No habrá boda! — ¡Entonces la raptaré! — ¡Archie vuelve en ti! — Exclamó Albert tomando al joven de los brazos zangoloteándolo. — ¡Candy ama a Terrence! — ¡No es verdad, él perdió su oportunidad, la dejó por Susana Marlow! — ¡Terry vino por ella, entiéndelo! — ¡Nooooo! — Gritó Archibald desesperado, queriendo salir corriendo para evitar escuchar más de lo que su tío decía. — ¡No quería mostrarte esto! ¡Para variar es un diario, el de Candy! ¡Lee la última página! — Dijo el jefe de familia entregando el cuadernillo en las manos temblorosas de Archie, quien al oír el nombre de Candy se detuvo, tomó el diario y leyó. No hicieron falta palabras, cuando concluyó su lectura, solo se desplomó en la cama soltando el cuaderno, que Albert tomó y antes de salir le dijo. — ¡Lo lamento Archie, ahora te toca hacer lo correcto, tal cual caballero que eres! ¡Si necesitas hablar, estoy para ti siempre que lo desees! — A consideración de William no era necesario decir más, le dolía ver a su sangre en esas condiciones, pero era necesario por el propio bien del menor de los Cornwell.
Continuará...