Hola chicas hermosas, les dejo el siguiente capítulo.
Gracias por sus lindos comentarios, saluditos a: Eiffel, Julissa Graham, Fernanda Torrez, Lady Letty, Lady Ardlay, Shalova, Ambar Graham, Herminia73, Elipreciosa, Pecas TG, Marlene White, Yola, Lady Lore, Pitu Granchester, Lucy Montano.
TU AMOR ME SABE BIEN
Capítulo 2.
La lluvia no cesaba y ellas eran un tremendo desastre, lo que había empezado como algo divertido, dejó de serlo cuando ambas hipaban y temblaban por el frío. Lo bueno es que no pasó mucho para que llegaran a buscarlas.
Steves y su acompañante se detuvieron al ver el estado de las jóvenes doctoras.
—Doc…tora Candy— Habló entre cortado el moreno, seguía sorprendido, quiso preguntarles cómo es que habían terminado de esa manera, pero prefirió apresurarse en cubrirlas, ya más adelante lo sabría—, váyase con él, yo cubriré a la señorita Annie—. Se acercó a la pelinegra y la cubrió con su capa y el paraguas.
Candice sin pensarlo se aferró al brazo del muchacho, quien era más alto que ella y eso era bueno, así no resbalaría tan fácil entre el lodo. Al ir detrás de Steves y su amiga, notó como el guapo vaquero se desvivía en atenciones hacia Brighton, era muy obvio su interés. Pensó que Tom se llevaría una gran desilusión cuando se enterara que su amiga tenía novio.
Apartó sus cavilaciones y trató de sacarle plática a su joven acompañante—Por cierto, ¿qué tan lejos estábamos de la bodega? Según Annie, nos faltaban como diez minutos para llegar.
—Así es señorita, de hecho, ya estaban cerca.
—Creo que no debimos apartarnos del grupo— Comentó abochornada, pues había sido idea suya alejarse de los demás.
—No señorita, no debieron alejarse. Tom se preocupó bastante—. El muchacho y la rubia, vieron a la pareja delante de ellos y se quedaron en silencio.
A Candice le surgieron muchas interrogantes sobre Steves, empezó por lo más simple—Por cierto, ¿cómo te llamas? Yo soy Candy.
—Mucho gusto señorita Candy, ni nombre es John.
—El gusto también es mío John. Oye… Y él… ¿Tiene novia? — Apuntó con su nariz hacia el moreno.
—No que yo sepa—. El muchacho se encogió de hombros.
Candice se quedó con la siguiente interrogante en la boca, porque ya habían llegado a la hacienda. En lo que agradecía al muchacho por su compañía, perdió de vista a su amiga, la buscó con la mirada, pero al no ver rastro de ella ni de Tom, aprovechó la soledad de la pequeña estancia y se apresuró, no quería que la vieran en ese estado tan espantoso. Subió de puntillas y llegó a su alcoba, necesitaba con urgencia tomar una ducha caliente.
Una vez que estuvo lista, salió de su habitación y fue en busca de su amiga, se encontró en el camino con Tom, y eso ya se le hizo demasiado sospechoso.
—Candy—. Dijo él con su voz grave, al parecer no tenía intención de detenerse, así que, a modo de saludo, solo agachó levemente la cabeza al pasar a su lado. Ella respondió con una sonrisa de labios cerrados. Aquello ya no le estaba gustando.
—Annabeth Stella Brigthon Collins, ¡abre ahora mismo! — Le exigió, dando suaves golpes a la puerta.
—Espera... ¡Ya voy! — Gritó la ojiazul al otro lado. Cuando abrió la puerta estaba agitada por la pequeña carrera que había dado, traía puesta una bata de baño, pero aún no se había duchado.
—¡Demonios Annie! Métete a bañar ahora mismo, ¡qué vas a pescar un resfriado! — La regañó de inmediato Candice. La empujó y encerró en el cuarto de baño. Quería bombardearla de preguntas, así que en lo que la esperaba, observó las gotas de lluvia caer sobre el vidrio de la ventana, era una de esas tardes grises, sus favoritas.
Prefirió alejarse del ventanal, porque el recuerdo de Michael se hizo presente alterando su paz y estabilidad momentánea. Así que se tumbó sobre la suave y enorme cama, tomó su celular, leyó y respondió mensajes. Will, y sus primos Stair y Tony, estaban en un viaje familiar en Escocia, Edimburgo. Archi se supondría, llegaría al día siguiente al viñedo.
Cuando Annie salió de la ducha, Candice respondió el último mensaje, y dejó en la cama el celular.
—Ahora mismo te sientas y me dices que hay con el vaquero—. Le preguntó seria con los brazos cruzados sobre su pecho.
—¿De qué demonios hablas? — La pregunta y actitud de su amiga la tomó por sorpresa— ¿Te afectó la lluvia? — Brighton respondió con interrogantes, mientras sacaba del closet el conjunto a vestir.
—Oh no señorita—. Candice se paró y la siguió— No niegues que pasa algo entre ustedes, o pasó, sea como sea, necesito saberlo.
—No hay nada, en serio Candice.
—Oh no, a otra con ese cuento—. Insistió la rubia.
—Te lo juro por mi gato, que no hay nada que contar.
—Pero que cínica eres, sí tú no tienes gato—. Le apuntó con el dedo índice reclamándole, a la pelinegra le causó gracia y se río sin poder evitarlo. Candice se volteó mientras su amiga se vestía—. No puedo creer que nunca me lo hayas contado—. Siguió reclamando con indignación.
—Ya, ya, está bien, te contaré, pero no aquí. Ayúdame a secarme el cabello, así bajamos pronto, en verdad quiero beber algo calientito.
—Nada de ayudarte ni que ocho cuartos. Nos vamos ahora—. La tomó de la mano y la llevó consigo a las gradas, pero luego se detuvo desubicada en los pasillos, ya no sabía a dónde guiarla, en verdad, la hacienda era enorme. Brighton la jaló del brazo y la guío, finalmente llegaron a un pequeño restaurante, el cual estaba casi lleno. Se sintió algo avergonzada de llevar el cabello húmedo, y todo por culpa de su impaciente amiga.
—Ahora sí, suelta la sopa—. Le ordenó la rubia, al nada más tomar asiento.
—Es que no hay mucho que contar...— La pelinegra pasaba sus dedos con disimulo sobre su cabello, tratando de que no luciera muy despeinado—. Es algo aburrido, de hecho.
—Pues así sea un cuento de monasterio, quiero saberlo—. Ambas se rieron—. Deja de hacer eso, tu cabello se ve lindo —. Ardlay dijo para que su amiga dejara de peinarse con los dedos.
La misma chica que les llevó comida cuando recién habían llegado, se acercó para tomar la orden, en eso estaban cuando Candice alzó su vista a una de las esquinas del lugar, y su mirada chocó con la de un apuesto muchacho, fueron segundos tan breves, pero los suficientes para colorear sus mejillas de rojo carmesí. ¿Qué había sido aquello? ¿Por qué su corazón se aceleró de esa manera? Apartó la mirada de inmediato. Aturdida, no se lo pensó más y pidió lo mismo que Annabeth.
—Está bien Candy, no quería decirte porque es algo sin importancia, pero ya que insistes te lo diré—Una vez que la chica se fue con el pedido, empezó a confesarse la ojiazul—. La verdad, es que Tom fue el primer chico que me besó… Fue en este lugar, te estoy hablando de cuando yo tenía quince.
—¿Lo dices en serio Annie? Pero, ¿Por qué nunca me lo contaste? —Candice cuestionó con los ojos bien abiertos— Siempre pensé que Archi había sido el primero...
—Nunca me lo preguntaste. Además, eso fue durante unas vacaciones de fin de año, para mí no significó mucho, ya te lo dije, no era como que muy agraciado, además no sentí las dichosas mariposas en el estómago…
—No me digas—. Candice rodó los ojos, con incredulidad.
—Pues es la verdad, y ya. No hay nada más que contar.
—Está claro que para ti fue algo equis. Pero no sé si pueda decir lo mismo de él, se nota muy entusiasmado contigo.
—Mira, te seré sincera. De vez en cuando me escribe, y antes de que me regañes como si fueras mi mamá, aclaro que desde hace mucho, le hice saber que tengo novio.
—Pues ojalá y lo haya entendido, porque a mí me parece que quiere contigo.
—Ya le dije que mañana viene mi novio, que con gusto podemos ser amigos, nada más.
—¿Amigos? Sí claro… — Candice negó con la cabeza— ¿Y qué te dijo?
—Nada. No me dijo nada.
—Ay amiga, espero que el vaquero no eche a perder tus vacaciones románticas.
—No, no lo creo. Aunque me prometió distanciarse, con una condición…
—Así, ¿cuál?
—Que aceptara esto—. Ella extendió su mano sobre la mesa.
—¿Qué? ¿El anillo? ¿Él te lo regaló?
—Emmm… Sí.
—Wow, a decir verdad, está lindo. Pero, creo que no debiste aceptarlo, presiento que esto solo te traerá problemas.
—También lo creo. Pero no pude rechazarlo, me dijo que había trabajado duro para poder comprarlo.
—Ay Annie no es por nada, pero sí Archi se entera, no te va a ir nada bien. Además, por lo que acabas de mencionar, el vaquero no es tu estereotipo de hombre… Mejor no le des falsas esperanzas.
—Lo sé, pero créeme que no pude evitar aceptarlo. Y sobre Archie, me ayudarás guardándolo por mí.
Candice se atragantó con su bebida— ¡Olvídalo, a mí no me metas en tus rollos!
—Anda, solo dame uno o dos días, cuando él me vea con tu primo, estoy segura que se le pasará la emoción, y entonces ya se lo devolveré.
—Mmm... Ese plan tuyo como que no mucho me convence, pero bueno.
John les trajo la comida. Candice alzó de nuevo la vista hacia aquel hombre que la había cautivado, pero se arrepintió de hacerlo, porque fue entonces que notó la presencia de una mujer a su lado, una mujer castaña y muy hermosa, por cierto.
Continuará...