—Candy se que sería mucho pedir pero quisiera que te quedarás a cargo de este hogar —mascullaba con dificultad—. Los años han pasado y la señorita Pony y yo te pedimos que nos dejaras y te marcharas a vivir lejos e hicieras tu propia vida.
—Usted sabe que siempre he estado aquí, por qué las quiero y amo a este mi hogar, se lo que es ser un niño huérfano, quien mejor que yo para ayudar. El tiempo de casarme ha pasado; para esta tonta sociedad soy una mujer solterona.
La hermana María sonrió con dificultad y tosió un poco y logró mencionar con escollo:
—Nunca cambiarás mi querida Candy, y sé que si, tienes amor por estos niños pero también es que tu corazón que nunca volvió a ser el mismo desde que el joven Graham se casó, yo vi tu rostro cuando miraste en los diarios aquella noticia y lloraste en secreto. Mi querida Pony y yo, solo guardamos silencio ante aquello y respetamos que no quisiste hablar de él nunca.
—No hable de eso querida hermana María, simplemente no estábamos predestinados, supongo que el destino quería esto de mi, el de seguir con su legado yo seré muy feliz por ello no tiene que pedírmelo, lo haría sin esta petición que usted me está haciendo.
—Oh mi querida hija, entonces sé que ahora puedo descansar en paz.
—No diga eso —Es la verdad, mi tiempo ha llegado de entregar cuentas con el creador y sólo una cosa más.
—Pideme lo que quiera.
—Cuando limpies mi cuarto hay un cuaderno con algunos escritos míos.
—¿Usted tenía un diario hermana Maria? —preguntó sorprendida.
—No hija, solo son vivencias y aprendizajes pero quiero pedirte que los quemes, lo harías por mi.
—Claro que si, hare lo que me pide, ahora es mejor que trate de descansar.
Esa madrugada la señorita Maria Lane, dio su último aliento.
Candy efectivamente encontró aquel cuaderno do forro de cuero, encendió la chimenea para cumplir la última voluntad de su madre, sin querer el cuaderno resbaló de sus manos cayendo y haciendo sus hojas abrirse de par en par, lo levantó y no pudo evitar leer.
se que al llevar a cabo mi cometido, salvo la vida de más niños inocentes. Todos aquellos hombres eran abusadores no solo verbalmente, mi querida Josephine me contó lo aberrante de todo lo que le hacían, ella encontrará aquí amor y protección sin embargo jamás volverá a ver la vida como una niña normal.
Es la tercera vez que preparo un delicioso pay de manzana pero con el polvo blanco que llevará a esos hombres a dormir y no despertar nunca más. Me aparezco como una noble religiosa regalando postres y me aseguro de que no vuelvan a hacer daño.
Lo volveré hacer, no lo sé, tal vez si, si es necesario defender a mis dulces niños.”