Tengo 89 años, estoy viuda y sé que estoy respirando la última etapa de mi vida.
Tuve una buena vida bastante acomodada tres hijos, el último nació cuando mis primeros hijos ya eran adultos, 9 nietos, 4 bisnietos y un esposo a quien respete y honre siempre.
Hace unos meses recibí una carta, no había tenido ánimo de leerla, se lo que dice. Inevitablemente nos pasara a todos, "sé que el murió".
Nos conocimos desde niños, él era el hijo de unos empleados en la casa de campo de mi familia
su padre era el encargado del establo.
Mi institutriz me decía que el no podía ser mi compañero de juegos, no comprendía el porqué. Rosemary me animaba y nos escabullíamos a jugar con él.
Pronto crecí y mi familia me envió a un colegio de señoritas, yo tenía 14 años, el cumpliría en mayo los 15, era a mis ojos el hombre más guapo del mundo, me gustaban sus brazos firmes, sus ojos cuando miraban al cielo, sus besos y su forma de decir: "mi niña".
A los dos años volví a la casa,
He aquí un secreto que he guardado por años. Rosemary casi me obligó a ir con ella a Lakewood, al llegar allá, ella iba mal de salud. En su cuarto se quitó unas vendas que tenía ocultando su abultado vientre. Pasaron unos días y ella tuvo una hija. Solamente acompañada de mí y de la cocinera.
Se que estas cosas pasaban en nuestro círculo social, por lo que prometí guardar silencio. La niña fue dejada por el muchacho a cargo de establo en un orfanato con una muñeca, un muchacho que yo conocía muy bien.
EL me contó que se iba del estado, a trabajar a la tierra de sus abuelos, también esperaba tener una familia. Me confeso que me amaba, y sentí el despertar del amor, es del que hablaba Rosemary, me entregué a él en el establo. En la madrugada el se marcho dejándome una nota en mi ventana, y una rosa.
Te amo “mi niña”, pero no puedo darte la vida que mereces, no puedo ser egoísta si te amo tanto. Te amaré hasta el final de mi vida.
Al volver a Chicago con mi corazón triste me comprometieron con un hombre bastante adulto, pero era un caballero y prometió velar por mí y darme las comodidades que merecía una mujer de mi apellido. La señora Elroy dijo que no podía negarme, las damas de nuestra alcurnia no podíamos elegir, y tampoco valía la pena.
Tuvimos dos hijos, y Rosemary también se casó y tuvo un hijo, aunque ella lamentablemente murió cuando era muy pequeño su hijo Anthony. La Señora Elroy se hizo cargo de su educación.
Pero el tiempo regresa y también los recuerdos. Mi esposo tuvo la ocurrencia de traer una niña a casa para que le hiciera compañía a la presumida de mi hija. En cuanto la vi supe que era la hija de mi querida Rosemery. Trate de evitarla, de que se fuera, la trate mal, me traía muchos amargos recuerdos, la peor parte fue que se acercaron demasiado con Anthony y eso era peligroso. No sé si fue suerte, pero mi hija inventó cosas en contra de ella por celos, para sacarla de casa, fue una forma de quitarla y que no cometieran pecado sin delatar a Rosemary. Pensé rápidamente y decidí enviarla a la hacienda que mi esposo tenía en México.
Aquí se cruzó en mi camino el destino, el amor de mi vida, ya bastante cambiado gordo, medio calvo, con la piel curtida por el sol y modales típicos de campesino, se apareció en el patio de atrás para buscar a la niña, Mi corazón dio un salto en cuanto lo reconocí, momentos después en que ya se había aseado y alimentado, pude intercambiar unas palabras con él, le pedí que cuidara mucho a la chiquilla, y yo enviaría por ella en cuanto pudiera.
Se alegro de que yo estuviera muy bien, que merecia el castillo de una reina, el repetía que nunca hubiera podido ofrecerme nada, me enseño sus manos partidas, y sus uñas maltratadas, Sin embargo, primó la cordura y no le dije lo que guardaba mi corazón
Se despidió "siempre serás mi niña".
Aquella noche lloré a mares, ¡descansa en paz mi amado Ramón García! yo iré pronto.