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REUNION DE ALUMNOS
Por Astrid Ortiz
CANDY CANDY, La Historia Definitiva está escrita por Keiko Nagita, 2010.
Esta historia es inédita y presentada por primera vez en la Guerra Florida 2024,
escrita sin fines de lucro y sólo para entretenimiento.
***
EPISODIO 2
NOMBRE DE APRENDIZ: TERRY GRANCHESTER
En cuanto puso un pie fuera del aula, Terry abrió el sobre con el nombre de su mentor, y al leer el mismo, lanzó una bocanada de frustración, al tiempo que Archie, quien había abandonado el salón casi al mismo tiempo que él, acrecentaba el paso para alejarse del actor. “¡Oye tú, elegante!”, gritó el inglés, como si el otro se encontrara a un kilómetro de distancia cuando bien podía alcanzarlo en una fracción de segundo.
Despacio, Archie aminoró la marcha, hasta que la curiosidad pudo más que la resistencia, y finalmente se detuvo, dándose la vuelta para encarar al antipático duque. “¿Qué quieres?”
Con la diplomacia de la nobleza, y la irreverencia de los rebeldes, Terry avanzó hasta quedar cara a cara con el menor de los hermanos Cornwell. “Tu esposa… no está contigo”, advirtió, reparando en las bolsas alrededor de los ojos de su antiguo compañero de clases.
Aún irritado por tener que doblegarse a la voluntad de una organización educativa, Archie escupió todo el veneno acumulado los pasados años. “Annie es mi esposa, no mi hermana siamesa. Seguro está platicando con Candy y Patty, o andando por los alrededores… y por lo visto Candy no es tu mentora, pues de haber sido así ya hubieras ido corriendo a molestarla- “
“Lo mismo debo decir de ti entonces, puesto que no te veo muy feliz que digamos, lo que me hace suponer que la tímida señora Cornwell no es tu mentora tampoco.”
“¡Apenas abrí el sobre, tarado!”
“¿Y viste mi nombre o el de Candy en él?”
“¡Deja a Candy fuera de esto, maldito bastardo!” De repente, Archie guardó silencio al oírse a sí mismo, y cerró los párpados con fuerza, deseando con todas sus ansias retroceder en el tiempo y no haber activado la bomba que había lanzado contra el objeto de su animosidad. “Me retracto de lo que acabo de decir”, murmuró, sin atreverse a abrir los ojos nuevamente, “es sólo que no sé por qué vienes a molestarme y…”
“Miren nada más quién nos visita… ¡es Terence Granchester!”, gritó una chica a espaldas de ambos; y cuando los dos hombres se dieron la vuelta para ver de quién se trataba, un grupo de alrededor de 7 ú 8 adolescentes que se habían escabullido de sus dormitorios hasta llegar a las inmediaciones del atrio, contemplaban con admiración al conocido galán, quien luego de maldecir entre dientes dijo: “Tenemos tres segundos para salir de aquí antes que nos arranquen la ropa…”
Archie lo miró sin comprender. “Son sólo un puñado de alumnas pubertas. ¿No crees que les alegrarías su estancia si les dedicas un minuto de tu tiempo?”
“Un minuto de duración bíblica, claro está”, protestó Terry, dispuesto a iniciar una carrera para eludir a las emocionadas alumnas, “a ambos nos consta que deben estar aburridas, pero sus familias no le pagan cientos de libras a esta institución como para llevarse el solo recuerdo de un ataque a la anatomía masculina”, y dicho esto, se dio la vuelta para alejarse del grupo de amigas que ya corrían a avisar a las demás a sus habitaciones. “Demasiado tarde”, refunfuñó el intérprete, “tenemos que salir de aquí cuanto antes”, y corrió como gacela hacia los límites territoriales del plantel donde tantas veces se había refugiado en el pasado, seguido de un muy sofocado Archibald. “Sólo a ti se te ocurre llevar semejante atuendo en climas como éste”, indicó al esposo de la tímida amiga de su Tarzán pecosa, antes de detenerse en medio de dos filas de arbustos.
Recobrando su aliento luego de la inesperada estampida, Archie señaló: “Eres muy injusto con esas jovencitas. ¿No ves que ellas se desviven por ti?”
Terry negó con la cabeza. “No tienes la más mínima idea de lo que significa ser acechado constantemente, las veinticuatro horas del día…”
“Pues debiste haber pensado en eso cuando decidiste convertirte en actor”, expuso Archie, tomando un poco de aire para refrescarse, “es obvio que no quisiera ponerme en tus zapatos… un par de segundos con esas niñas fue más que suficiente para saber lo que se siente- “
“¿Y aún así me criticas porque trato de ignorarlas?”
“Una cosa es que busques tu tranquilidad personal, y otra muy diferente es que seas tan ingrato con tu fanaticada.”
“¡No les he pedido que me sigan!”
“¡Y ellas no pidieron que compartieras tu talento con el mundo entero, así que no es mala idea que de vez en cuando les muestres un poco de gratitud al menos, ya que gracias a ellas es que sus padres y otros familiares acuden en masa al teatro a ver tus presentaciones!”
Terry observó con detenimiento al muchacho con quien parecía no tener nada en común; y por vez primera desde que coincidiera con él en los cursos colegiales, percibió en el otro joven una gran madurez bajo tanta aprehensión. “Vaya, vaya”, bromeó, tratando de aplacar los ánimos de su posible rival de amores en el pasado, “miren quién me da lecciones de cómo comportarme con el público…”
“Precisamente por eso deberías hacer caso a lo que te digo… porque no soy tu admirador”, expuso Archie, a medida que se acrecentaban unas exaltadas voces femeninas, “y es bueno de vez en cuando recibir una sacudida de la tierra para bajar de un falso cielo.”
Terry abrió la boca para protestar. ¿Quién se creía Cornwell para hacer un análisis de comportamiento humano, y peor aún, para meterse en asuntos que no le competían? Iba a mandar al infierno las órdenes de socializar con él y el resto del grupo de viejos alumnos cuando una muchedumbre de pupilos apareció de entre varios árboles. “Lo que me faltaba… conocen bien los predios del colegio, incluyendo los escondites”, y con imponente presencia adquirida sólo en las tablas, salió al encuentro de la histérica multitud y gritó: “¡Hoy es sábado, día de descanso… así que regresen por donde vinieron si no quieren que vaya a acusarlos con las no tan eficientes hermanitas!”, y dio la espalda en dirección contraria al improvisado gentío cuando sintió que Archibald lo tomaba del brazo, reprendiéndolo con dureza. “¡No tan rápido, insolente! Por si no lo sabes, las estrellas también se estrellan”, y con audacia encaró a la gran masa colegial. “Disculpen al señor Granchester, pues éste llegó cansado de un largo viaje y aún no se siente bien, máxime tomando en cuenta las circunstancias de nuestra visita”, explicó, ante el desconcierto que mostraban los chicos debido al desplante del actor, “en el fondo él agradece el cariño y atención que ustedes siempre le ofrecen, por lo que les prometo que, si nos permiten culminar nuestros trabajos, cada uno de ustedes recibirá un autógrafo de él en sus cuadernos…”
“No te he dado permiso para…”, comenzó a replicar Terry, mas no pudo terminar de negarse, pues en una fracción de segundo los embelesados alumnos fueron corriendo donde ellos, llevando consigo sus cuadernos, y un sinnúmero de preguntas: ¿Es cierto que es usted un pesado, señor Granchester?, ¿Entonces es usted parte del grupo de estudiantes que tomaron clases con las profesoras de la infamia?, ¿Quiere tener una cita conmigo?, ¿Viene a quedarse en Inglaterra para siempre?, ¿Puede firmar otro autógrafo, para mi mamá?, ¿No ha vuelto a tener novia después que se murió la muchacha en silla de ruedas?, ¿Es éste su mejor amigo… su asistente tal vez?
Archie alzó los brazos lo suficiente como para acallar a la concurrencia. “Como bien les dije, si ustedes permiten que el señor Granchester y sus compañeros cumplamos a cabalidad con las tareas impartidas, nos encargaremos después de hacerles llegar nuestros agradecimientos de forma escrita… a cada uno de ustedes, luego que hayamos recibido una lista con todos sus nombres.”
“¿Tienes idea del lío en que nos estás metiendo?”, cuestionó Terry en voz baja, incapaz de asimilar tan sólo la idea de haber quedado entre la espada y la pared a causa de las palabras de su acompañante, “pues si tanto te importan estos chicos, más vale que luego me ayudes a preparar y enviar cada autógrafo…”
“Pues si no me queda otro remedio, lo haré”, reaccionó el otro, a medida que los jóvenes asentían con aprobación. “Ellos tienen razón”, mencionó uno de ellos, “debemos ser pacientes y esperar en nuestros cuartos… tampoco vamos a arriesgarnos a que las hermanas nos encuentren aquí y nos castiguen, si es que ya no se han enterado de que hemos salido”, y poco a poco fueron retirándose de regreso a sus habitaciones, a excepción de una tímida muchacha quien, cabizbaja, se aproximó a ambos hombres hasta quedar a tan sólo unos centímetros de distancia de Archie. “Antes me gustaba él”, susurró, moviendo la cabeza en dirección a Terry, “ahora me gusta usted.” Y sin decir más, salió corriendo a reunirse con el resto del grupo.
Suprimiendo los deseos de reír, Terry se colocó las manos en la cintura. “No sé si contratarte ahora como mi reemplazo o como mi ayudante…”
“¡Eso no es gracioso!”, exclamó Archie, con un pálpito de superioridad en su corazón, “tal vez si fueras más amable con tu audiencia de vez en cuando…”, y sus palabras se perdieron en el viento, ya que no necesitaba argumento alguno que no fuera el pasado suceso con los actuales alumnos; y en efecto, Terry asintió, absorbiendo el efecto de las acciones propias en las emociones de otros: “Es evidente que ya no formo parte de la nobleza, pues para ser hijo de un duque, soy un fracaso en materia de diplomacia… aunque sí hablo en serio cuando digo que las chicas que me persiguen no son nada fáciles.”
“No quiero ni imaginarlo”, sostuvo Archie, comprendiendo finalmente las complejidades de una vida expuesta al público general, “aun así, no perderás tu dignidad ni tu forma de ser sólo porque muestres un poco de educación con los demás, especialmente aquéllos que ayudan a llenar tus bolsillos con billetes muy verdes…”
“Dices eso porque creciste en un entorno donde recibiste cariño y comprensión…”
“Pues nunca es tarde para apreciar el valor de la familia, aunque no sea perfecta.”
“¡Maldición!” Cansado de tantas reflexiones en un solo día, Terry se llevó las manos a las sienes, frotando las yemas de los dedos contra las mismas. “¡No hace falta que te diga que fuiste seleccionado como mi mentor! Y lo que es peor: hasta hace unos instantes no creí posible conocer algo relevante de tu persona que no fuera esa rabia que siempre me has tenido, ¡y no sólo me has dado una cátedra de diplomacia que sería la envidia de cualquier prócer nacional, sino que además me agradas!” Moviendo la cabeza con violencia, comenzó a caminar de vuelta al edificio principal. “Lo mejor será que tome asiento de vuelta al aula, pues no sólo tengo cientos de autógrafos que preparar, sino también una carta para mi padre…”
Sorprendido por la receptividad del inglés para con sus consejos, Archie no pudo evitar esbozar una sonrisa de paz y entendimiento. “Les dije a tus seguidores que te ayudaría, y eso es lo que voy a hacer…”, pero Terry ignoró sus palabras, y continuó su marcha de regreso a las instalaciones principales a lo que gritó: “¡Oye, aguarda un momento… no puedes dejarme con la palabra en la boca!”
Extenuado por las abruptas enseñanzas de la vida, Terry se dio una última vuelta en dirección al viejo amigo de Candy. “Ah, ¿sí?”, preguntó desafiante, “¿y puedo saber por qué?”
Al igual que el dramaturgo, Archie suspiró de cansancio y respondió: “Porque no sólo he sido designado como tu mentor… sino también como tu aprendiz.”
CONTINUARÁ...
Despacio, Archie aminoró la marcha, hasta que la curiosidad pudo más que la resistencia, y finalmente se detuvo, dándose la vuelta para encarar al antipático duque. “¿Qué quieres?”
Con la diplomacia de la nobleza, y la irreverencia de los rebeldes, Terry avanzó hasta quedar cara a cara con el menor de los hermanos Cornwell. “Tu esposa… no está contigo”, advirtió, reparando en las bolsas alrededor de los ojos de su antiguo compañero de clases.
Aún irritado por tener que doblegarse a la voluntad de una organización educativa, Archie escupió todo el veneno acumulado los pasados años. “Annie es mi esposa, no mi hermana siamesa. Seguro está platicando con Candy y Patty, o andando por los alrededores… y por lo visto Candy no es tu mentora, pues de haber sido así ya hubieras ido corriendo a molestarla- “
“Lo mismo debo decir de ti entonces, puesto que no te veo muy feliz que digamos, lo que me hace suponer que la tímida señora Cornwell no es tu mentora tampoco.”
“¡Apenas abrí el sobre, tarado!”
“¿Y viste mi nombre o el de Candy en él?”
“¡Deja a Candy fuera de esto, maldito bastardo!” De repente, Archie guardó silencio al oírse a sí mismo, y cerró los párpados con fuerza, deseando con todas sus ansias retroceder en el tiempo y no haber activado la bomba que había lanzado contra el objeto de su animosidad. “Me retracto de lo que acabo de decir”, murmuró, sin atreverse a abrir los ojos nuevamente, “es sólo que no sé por qué vienes a molestarme y…”
“Miren nada más quién nos visita… ¡es Terence Granchester!”, gritó una chica a espaldas de ambos; y cuando los dos hombres se dieron la vuelta para ver de quién se trataba, un grupo de alrededor de 7 ú 8 adolescentes que se habían escabullido de sus dormitorios hasta llegar a las inmediaciones del atrio, contemplaban con admiración al conocido galán, quien luego de maldecir entre dientes dijo: “Tenemos tres segundos para salir de aquí antes que nos arranquen la ropa…”
Archie lo miró sin comprender. “Son sólo un puñado de alumnas pubertas. ¿No crees que les alegrarías su estancia si les dedicas un minuto de tu tiempo?”
“Un minuto de duración bíblica, claro está”, protestó Terry, dispuesto a iniciar una carrera para eludir a las emocionadas alumnas, “a ambos nos consta que deben estar aburridas, pero sus familias no le pagan cientos de libras a esta institución como para llevarse el solo recuerdo de un ataque a la anatomía masculina”, y dicho esto, se dio la vuelta para alejarse del grupo de amigas que ya corrían a avisar a las demás a sus habitaciones. “Demasiado tarde”, refunfuñó el intérprete, “tenemos que salir de aquí cuanto antes”, y corrió como gacela hacia los límites territoriales del plantel donde tantas veces se había refugiado en el pasado, seguido de un muy sofocado Archibald. “Sólo a ti se te ocurre llevar semejante atuendo en climas como éste”, indicó al esposo de la tímida amiga de su Tarzán pecosa, antes de detenerse en medio de dos filas de arbustos.
Recobrando su aliento luego de la inesperada estampida, Archie señaló: “Eres muy injusto con esas jovencitas. ¿No ves que ellas se desviven por ti?”
Terry negó con la cabeza. “No tienes la más mínima idea de lo que significa ser acechado constantemente, las veinticuatro horas del día…”
“Pues debiste haber pensado en eso cuando decidiste convertirte en actor”, expuso Archie, tomando un poco de aire para refrescarse, “es obvio que no quisiera ponerme en tus zapatos… un par de segundos con esas niñas fue más que suficiente para saber lo que se siente- “
“¿Y aún así me criticas porque trato de ignorarlas?”
“Una cosa es que busques tu tranquilidad personal, y otra muy diferente es que seas tan ingrato con tu fanaticada.”
“¡No les he pedido que me sigan!”
“¡Y ellas no pidieron que compartieras tu talento con el mundo entero, así que no es mala idea que de vez en cuando les muestres un poco de gratitud al menos, ya que gracias a ellas es que sus padres y otros familiares acuden en masa al teatro a ver tus presentaciones!”
Terry observó con detenimiento al muchacho con quien parecía no tener nada en común; y por vez primera desde que coincidiera con él en los cursos colegiales, percibió en el otro joven una gran madurez bajo tanta aprehensión. “Vaya, vaya”, bromeó, tratando de aplacar los ánimos de su posible rival de amores en el pasado, “miren quién me da lecciones de cómo comportarme con el público…”
“Precisamente por eso deberías hacer caso a lo que te digo… porque no soy tu admirador”, expuso Archie, a medida que se acrecentaban unas exaltadas voces femeninas, “y es bueno de vez en cuando recibir una sacudida de la tierra para bajar de un falso cielo.”
Terry abrió la boca para protestar. ¿Quién se creía Cornwell para hacer un análisis de comportamiento humano, y peor aún, para meterse en asuntos que no le competían? Iba a mandar al infierno las órdenes de socializar con él y el resto del grupo de viejos alumnos cuando una muchedumbre de pupilos apareció de entre varios árboles. “Lo que me faltaba… conocen bien los predios del colegio, incluyendo los escondites”, y con imponente presencia adquirida sólo en las tablas, salió al encuentro de la histérica multitud y gritó: “¡Hoy es sábado, día de descanso… así que regresen por donde vinieron si no quieren que vaya a acusarlos con las no tan eficientes hermanitas!”, y dio la espalda en dirección contraria al improvisado gentío cuando sintió que Archibald lo tomaba del brazo, reprendiéndolo con dureza. “¡No tan rápido, insolente! Por si no lo sabes, las estrellas también se estrellan”, y con audacia encaró a la gran masa colegial. “Disculpen al señor Granchester, pues éste llegó cansado de un largo viaje y aún no se siente bien, máxime tomando en cuenta las circunstancias de nuestra visita”, explicó, ante el desconcierto que mostraban los chicos debido al desplante del actor, “en el fondo él agradece el cariño y atención que ustedes siempre le ofrecen, por lo que les prometo que, si nos permiten culminar nuestros trabajos, cada uno de ustedes recibirá un autógrafo de él en sus cuadernos…”
“No te he dado permiso para…”, comenzó a replicar Terry, mas no pudo terminar de negarse, pues en una fracción de segundo los embelesados alumnos fueron corriendo donde ellos, llevando consigo sus cuadernos, y un sinnúmero de preguntas: ¿Es cierto que es usted un pesado, señor Granchester?, ¿Entonces es usted parte del grupo de estudiantes que tomaron clases con las profesoras de la infamia?, ¿Quiere tener una cita conmigo?, ¿Viene a quedarse en Inglaterra para siempre?, ¿Puede firmar otro autógrafo, para mi mamá?, ¿No ha vuelto a tener novia después que se murió la muchacha en silla de ruedas?, ¿Es éste su mejor amigo… su asistente tal vez?
Archie alzó los brazos lo suficiente como para acallar a la concurrencia. “Como bien les dije, si ustedes permiten que el señor Granchester y sus compañeros cumplamos a cabalidad con las tareas impartidas, nos encargaremos después de hacerles llegar nuestros agradecimientos de forma escrita… a cada uno de ustedes, luego que hayamos recibido una lista con todos sus nombres.”
“¿Tienes idea del lío en que nos estás metiendo?”, cuestionó Terry en voz baja, incapaz de asimilar tan sólo la idea de haber quedado entre la espada y la pared a causa de las palabras de su acompañante, “pues si tanto te importan estos chicos, más vale que luego me ayudes a preparar y enviar cada autógrafo…”
“Pues si no me queda otro remedio, lo haré”, reaccionó el otro, a medida que los jóvenes asentían con aprobación. “Ellos tienen razón”, mencionó uno de ellos, “debemos ser pacientes y esperar en nuestros cuartos… tampoco vamos a arriesgarnos a que las hermanas nos encuentren aquí y nos castiguen, si es que ya no se han enterado de que hemos salido”, y poco a poco fueron retirándose de regreso a sus habitaciones, a excepción de una tímida muchacha quien, cabizbaja, se aproximó a ambos hombres hasta quedar a tan sólo unos centímetros de distancia de Archie. “Antes me gustaba él”, susurró, moviendo la cabeza en dirección a Terry, “ahora me gusta usted.” Y sin decir más, salió corriendo a reunirse con el resto del grupo.
Suprimiendo los deseos de reír, Terry se colocó las manos en la cintura. “No sé si contratarte ahora como mi reemplazo o como mi ayudante…”
“¡Eso no es gracioso!”, exclamó Archie, con un pálpito de superioridad en su corazón, “tal vez si fueras más amable con tu audiencia de vez en cuando…”, y sus palabras se perdieron en el viento, ya que no necesitaba argumento alguno que no fuera el pasado suceso con los actuales alumnos; y en efecto, Terry asintió, absorbiendo el efecto de las acciones propias en las emociones de otros: “Es evidente que ya no formo parte de la nobleza, pues para ser hijo de un duque, soy un fracaso en materia de diplomacia… aunque sí hablo en serio cuando digo que las chicas que me persiguen no son nada fáciles.”
“No quiero ni imaginarlo”, sostuvo Archie, comprendiendo finalmente las complejidades de una vida expuesta al público general, “aun así, no perderás tu dignidad ni tu forma de ser sólo porque muestres un poco de educación con los demás, especialmente aquéllos que ayudan a llenar tus bolsillos con billetes muy verdes…”
“Dices eso porque creciste en un entorno donde recibiste cariño y comprensión…”
“Pues nunca es tarde para apreciar el valor de la familia, aunque no sea perfecta.”
“¡Maldición!” Cansado de tantas reflexiones en un solo día, Terry se llevó las manos a las sienes, frotando las yemas de los dedos contra las mismas. “¡No hace falta que te diga que fuiste seleccionado como mi mentor! Y lo que es peor: hasta hace unos instantes no creí posible conocer algo relevante de tu persona que no fuera esa rabia que siempre me has tenido, ¡y no sólo me has dado una cátedra de diplomacia que sería la envidia de cualquier prócer nacional, sino que además me agradas!” Moviendo la cabeza con violencia, comenzó a caminar de vuelta al edificio principal. “Lo mejor será que tome asiento de vuelta al aula, pues no sólo tengo cientos de autógrafos que preparar, sino también una carta para mi padre…”
Sorprendido por la receptividad del inglés para con sus consejos, Archie no pudo evitar esbozar una sonrisa de paz y entendimiento. “Les dije a tus seguidores que te ayudaría, y eso es lo que voy a hacer…”, pero Terry ignoró sus palabras, y continuó su marcha de regreso a las instalaciones principales a lo que gritó: “¡Oye, aguarda un momento… no puedes dejarme con la palabra en la boca!”
Extenuado por las abruptas enseñanzas de la vida, Terry se dio una última vuelta en dirección al viejo amigo de Candy. “Ah, ¿sí?”, preguntó desafiante, “¿y puedo saber por qué?”
Al igual que el dramaturgo, Archie suspiró de cansancio y respondió: “Porque no sólo he sido designado como tu mentor… sino también como tu aprendiz.”
CONTINUARÁ...
Última edición por Eiffel el Miér Abr 17, 2024 12:51 pm, editado 3 veces
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