CAPÍTULO XX SUSPICACIAS
Al llegar a la mansión, a Albert se le hizo extraño no encontrar a la tía abuela, para esas alturas, pensaba que lo estaría esperando para hablar de la presencia de Mely, sin embargo, no estaba. Llamó al mayordomo para que instalara a su novia en la habitación contigua a la suya. — ¿Estás seguro de que no habrá problemas? Preguntó Mely. — ¡No, no te preocupes! ¡La tía es muy recelosa, pero en cuanto te conozca, te aceptará! — Sin decir más la joven subió. Archie fue a su habitación, necesitaba reorganizar sus pensamientos. Albert notó que Archie había no estaba y aprovechó para hablar con Stear. — ¿Fue extraño ver a Annie con los Leagan, no te parece? ¡Stear, Stear! — El aludido no contestaba, miraba a la nada, trataba de recordar dónde había visto a la amiga de Neil. — ¡¡¡Stear!!! — Le gritó Albert. — ¡Perdón tío! ¿Me decías? — ¿Qué tanto piensas que no me escuchabas? — ¡Lo siento! ¡Sucede que tengo clavada la imagen de la joven que estaba con Elisa, se me hace conocida!, pero ¡No atino a saber de dónde! — ¡Si, además su comportamiento fue un tanto absurdo! ¡Parecía que no quería que le viéramos la cara! — Declaró Albert — ¡Claro eso fue obvio! Por eso me intriga saber quién es, porque estoy seguro de que la he visto en algún lado… — El joven seguía forzando su mente a recordar, hasta que exclamó. — ¡Es ella! ¡Por eso no la reconocí a primera vista! ¡Está muy delgada, pero es ella! — ¿A qué te refieres? — ¡A que la chica es Susana Marlow! — ¡¿Qué?! — ¡Sí, estoy seguro! — ¡Ahora que lo dices, noté algo extraño en uno de sus pies! ¡Es mejor que vayamos al despacho, no quiero que nadie nos interrumpa! — Apuntó el magnate, dirigiéndose al lugar.
Neil y Elisa se quedaron un poco más conversando en torno a la presencia tan inesperada de los Ardlay. — ¿Crees que sospechen algo? — Le cuestionó el joven a su hermana. — ¡No, no lo creo! Tal vez lo único que les haya sorprendido fue la presencia de Annie, pero ¡No importa! ¡Eso juega a mi favor!, una vez que hayamos concretado mi plan, ¡Su visita me servirá para avalar que fue ella quien planeo todo! ¡No te preocupes! — ¡Eso espero! ¡Lo bueno fue que Susana supo que debía ocultarse! — ¡Sí, después de todo no es tan tonta! Jajaja… — ¿Notaste que se ve muy desmejorada? — ¡Bah! ¡Para lo único que me importa servirá! — ¿Irás con la tía abuela? — ¡No tengo alternativa! ¡Tengo que soportar a la vieja y sus necedades! ¡Seguramente quiere saber de dónde saqué que la huérfana está embarazada! — ¿Qué le dirás? — ¡Inventaré que escuché a Archie hablando con Stear! ¡Así no preguntará más! — ¡Ten cuidado con lo que dices, la tía no es tonta! — ¡Deja ya Neil! ¡Mejor ocúpate de Susana! — ¡Voy a mi habitación un momento! ¡Seguramente ella está descansando! — ¡Esta bien! ¡Yo me cambio de ropa y voy con los Ardlay! —
La pelirroja estaba en su alcoba cuando escuchó los gritos de Neil. — ¿Qué pasa? — ¡Alguien estuvo en mi recámara! ¡Todo está revuelto! ¡Se llevaron el diario de Archie! — ¡¿Lo tenías?! ¿Por qué no me lo habías dicho! — ¡Eso intenté, pero no me hiciste caso! Estabas con la tía. — ¡Eres un tonto Neil! ¡Seguramente por eso vinieron Albert y los demás! ¡Era para distraernos, mientras Archie buscaba en tú habitación! — ¡No puedo creer que se hayan atrevido a tanto! — ¡Por lo menos! ¿Lo leíste? — ¡Sí, solo unas páginas! — ¿Qué tenía de importante? — Pues ¡Nada menos los sueños eróticos de Archibald con Candy! — ¡¿Qué?! — ¡Como lo escuchas hermanita! ¡Es por ello que Annie mencionó que todo lo que debíamos saber estaba escrito en el diario! — ¡Eres un estúpido! ¡Me lo debiste entregar de inmediato! ¡Lo hubiéramos hecho público! ¡No haría falta hacer nada más! ¡Con eso no solo hundiríamos a la dama de establo, sino a todos los Ardlay! ¡Me parece que nunca se te quitará lo lento de pensamiento, hermanito! — ¡No me molestes más Elisa! ¡Si sigues no participaré en tú malévolo propósito y buscaré la manera de evitarlo! — ¡No te atreverías! — ¡Claro que sí! ¡No me pongas a prueba! — ¡Bien, bien!, pero ¡No se te ocurra traicionarme, Neil! — ¡No me ofendas más Elisa! — ¡De acuerdo, no lo haré! — ¡Entonces te ayudaré! — Aunque el joven se negaba a hacer algo en contra de Candy, su hermana siempre lo inmiscuía en sus maldades, sin embargo, muy dentro de él no perdía la esperanza de conquistar a la rubia, aunque tuviera que apoyar las decisiones de Elisa.
Susana estaba inquieta, la prótesis le lastimaba, pero no quería quitársela, la presencia de esas personas no podría representar algo bueno. Meditaba al ver la reacción de Neil, por momentos su ansiedad provocaba que su corazón se acelerara, pero ella trataba de calmarse considerando la recomendación que le hubo hecho la enfermera que le ayudó a escapar. Tenía que comprar más píldoras, pero no sabía a quién acudir para que la auxiliasen, quería estar bien para el momento en que tuviera que encontrarse con Terry. Cuando escuchó los gritos que Elisa le profería a su hermano, salió para enterarse de lo que sucedía, sin proponérselo escuchó lo que hablaban, en ese momento entendió que al igual que ella, odiaban a Candy, eso le dio la certeza de que estaba en el lugar correcto.
En el hotel Astoria, una nerviosa Lucrecia, aun Grandchester intentaba presentar la mejor de sus sonrisas para evitar que su esposo sospechara que estaba a punto de recibir a un corresponsal de la BBC de Londres. Tenía todo planeado; con la entrevista que pretendía dar tendría la voluntad de Richard, él era enemigo de los escándalos, así que tendría que retirar su petición de divorcio de lo contrario la conversación que llevaría a cabo con el reportero daría la vuelta al mundo. Al duque se le hizo extraño el comportamiento de la mujer, la conocía demasiado bien, como para pensar que ella se quedaría tranquila a esperar cualquier resolución de él, algo le decía que ya tenía un ardid en marcha, de ninguna manera dejaría de dar la batalla por lo que con una mirada fría le dijo. — ¡Así que decidiste venir! ¡Lo que me pregunto es! ¿Para qué? ¿Es tanta tu ansiedad para no esperar mí regreso? ¡Tú preocupación te hacen actuar de una manera tan infantil! — Lucrecia lo miraba, no quería que permaneciera mucho tiempo en su habitación así que sin vacilar le contestó. — ¡Richard, Richard, Richard! ¿Crees que si no estuviera segura de lo que hago hubiese hecho un viaje tan largo? ¡No querido! ¡Estoy aquí porque sé que tengo la mejor arma para hacer que entres en razón!, pero ¡Te doy la oportunidad de que lo pienses bien! ¡Ahora márchate! — ¡Sí, creo que es mejor que me vaya! ¡Tengo cosas verdaderamente importantes por hacer! ¡Te aconsejo que medites bien tus acciones, querida! ¡Pronto sabrás de mí! — Concluyó el duque saliendo de aquella habitación de hotel. Cuando caminaba por el pasillo para el ascensor llamó a su jefe de seguridad para ordenarle. — ¡La duquesa no puede salir de su cuarto! ¡Tampoco se le permitirán las visitas! ¡No importa lo que diga! — ¡Su excelencia! ¡Su señora esposa es demasiado persistente! — ¡Si muestra un comportamiento no propio de una dama, la sacan de aquí y la llevan a la casa donde llevaron a la señora Marlow! ¡No quiero que haga nada, ni que hable con nadie! ¡Entendido! — ¡Así se hará su gracia! — Respondió el hombre con determinación. Richard salió por fin rumbo a la residencia de Eleanor para tomar esa misma noche el tren que los llevaría a Chicago.
Lucrecia también sabía las capacidades del duque, previendo que le pusiera vigilancia en cuanto él salió se dispuso escribir una carta, misma que le daría a su doncella para que se la entregara al reportero, en caso de que ella no pudiera conversar con él, en la misiva narraba lo cruel y despiadado que había sido su esposo al obligarla como requisito para casarse con él a aceptar a un bastardo, nacido de un amorío pasajero con la actriz Eleanor Baker, nunca mencionó que el primer matrimonio de Richard había sido disuelto por el padre de su esposo. Además, hablaba de la vida de Terrence desde su niñez a la adolescencia, tiempo que el primogénito y heredero al ducado se dedicó a llevar una vida de desenfreno plagada de excesos, pero, sobre todo, de su adicción al alcohol, situación que lo había rebasado hasta convertirlo en un alcohólico que tocó fondo al grado de convertirse en un indigente venido a más por la fama de su madre, quien gracias a sus devaneos con los productores lo hubo colocado en la compañía Stratford como primer actor.
Annie después de salir de la casa de los Leagan se dirigió a su mansión, donde sus padres la esperaban para hablar con ella, su comportamiento en las últimas fechas dejaba mucho que desear y ellos necesitaban saber lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, la chica no estaba dispuesta a hablar, por el contrario, se dirigió al cuarto de trebejos para sacar el diario de Archie, que ella creía todavía tenía en su poder. Al no encontrarlo montó en cólera, había dudaba en participar en el plan de Elisa, pensando que, al contar con el cuaderno, esa sería su arma perfecta para despedazar a Candy; por un momento se reclamó su torpeza, Archie sabía, donde guardaba todo, maldijo por enésima vez a su ex novio, ahora al no saber quién lo tenía su única alternativa para vengarse era formar parte de las confabulaciones de los Leagan.
Ella nunca se dio cuenta de que su padre la observaba desde la puerta, tenía días que la actitud de su hija había cambiado, dejó de ser dulce y tierna, ahora parecía un ser distante, iracundo y desdichado. — ¿Qué buscas con tanto afán, hija? — Al escuchar la voz de su padre, Annie volteó a mirarle molesta. — ¡Nada importante! — ¡Si no fuera importante no estarías así!, Annie ¡No te he querido preguntar nada!, pero ya es tiempo de que me digas ¿Qué pasó? — ¡No quiero hablar de eso! — Pero ¡Yo sí, señorita! ¡No te comportarás como una niña malcriada! ¡Hemos sido pacientes, sin embargo, tu comportamiento nos está preocupando! ¡No puedes hacerle esto a tú madre, quien se ha encargado de hacer de ti una adorable mujer! ¡Te hemos amado, desde que llegaste a nuestras vidas! — ¡No es cierto! ¡Tú querías a Candy! — El hombre notó el rencor cuando su hija mencionó el nombre de su amiga de crianza. — ¿Por qué te refieres a Candy así? — ¡Porque ella me ha robado todo! ¡Tú cariño! ¡El de las maestras del hogar! Y ¡El de Archie! — Terminó gritando. — ¡¿Cómo?! — ¡Así es padre! — ¡Debe de existir una explicación, Candy es incapaz de…! — ¡Otro que la defiende! — ¡No la defiendo, solo es inverosímil lo que me dices! ¡Para empezar, sí, yo la quería adoptar a ella, pero al conocerte te amé! ¡No puedes dudarlo! ¡Las maestras del hogar también te aman! — ¡No eso no es cierto! ¡Todos la prefieren a ella! — El buen hombre se fue acercando hasta que logró abrazar fuertemente a su hija. — ¡Calma hija! ¡Llora todo lo que quieras!, ¡Hermosa, Annie! ¿Cómo puedes pensar tantas tonterías? ¡Soy tu padre! ¡Quiero lo mejor para ti! ¡Anda cuéntame lo que pasó! — La chica al sentir el abrazo, se fue serenando lo que le permitió pensar en que su padre, podría ser quien citara a Candy, así evitaría buscarla. — ¡Padre, soy tan desdichada! ¡Mi mejor amiga, mi hermana! — ¿Has hablado con ella? — ¡No! — ¿Entonces? ¿Cómo puedes creer eso de ella? ¡Tal vez estás en un error! ¡Todavía puedes recuperar su amistad! — ¿Cómo padre, si ellos se han comprometido y se casarán en un mes! — ¡¿En un mes?! ¿Por qué tan pronto? — ¡Porque ella está embarazada! — El señor Britter palideció, ahora entendía el infierno de celos y despecho por el que estaba atravesando su hija. — ¡Debes contarme exactamente lo que pasó! ¡No puedo permitir una afrenta de esa naturaleza! ¡Eras su novia de años! ¡Ese joven me va a oír! — Annie le relató parte de lo sucedido, ocultando el robo del diario, sólo se abocó a decir la forma tan comprometedora en que los había encontrado y confesándose su amor. — Pero hija, ¡Debiste decirnos! — ¡No quise preocuparlos! — ¡Hablaré con el señor Ardlay! — ¡No! ¡No quiero hacerles daño! ¡Candy está embarazada y no quiero ser la causante de que le afecte! ¡Es un hecho consumado, padre!, pero ¡Lo que más me duele es perder a mi hermana! — Comentaba la joven fingiendo aflicción para que fuera él, quien le propusiera hablar con Candy. — ¡Padre, tal vez no pueda recuperar a Archie, pero Candy…! — Declaró volviendo a soltar lágrimas acompañadas de un fuerte estremecimiento. — ¡Habla con ella! ¡Tal vez si aclaran las cosas! — ¡Eso quiero, pero no me atrevo! ¡Tengo miedo que ella me rechace! — ¡No lo creo!, pero ¡Haré dos cosas!, ¡Una hablaré con Candice! Y ¡La segunda visitaré a los Ardlay, tienen que darme una explicación! — La joven se preocupó por esto último y firmemente le aclaró. — ¡No padre, si en verdad quieres ayudarme habla con Candy! ¡Dile que quiero verla! ¡Solo espera a que medite bien lo que le diré! ¡Yo te avisaré cuando esté lista! — ¿Le dirás a tú madre? — ¡No, hasta que haya hablado con Candy! Y ¡Te pido por favor que no le digas, quiero ser yo misma! ¡Primero quiero encontrar mi paz interna y para ello la conversación con mi hermana me ayudará! — ¡Esta bien hija! ¡Te amo, nunca lo dudes! — Él volvió a abrazar a la chica, quien mimosamente aceptó la caricia, mientras sonreía al lograr su objetivo. No obstante, nunca imaginó que su padre, dudaba de la veracidad de lo dicho por ella.
Eleanor esperaba ansiosa la visita de Matt Murray, jefe de editores del The Wall Street Journal, perteneciente a la News Corporation, todas las noticias pasaban primero por esa compañía, la actriz lo conoció en un evento que ella misma realizó para los medios informativos como un agradecimiento por cubrir amablemente todas sus puestas en escena y apoyarla en toda su trayectoria artística. En tanto que Mery, intentaba localizar a Terrence en la mansión de los Ardlay. La espera no duró tanto, el invitado entró alegremente al salón, donde lo esperaba la mujer. — ¡Matt! ¡Es un gusto volver a verte! — ¡Lo mismo digo, Eleanor! ¡Además de ser una grata sorpresa tu invitación! — ¡Lo siento! — ¡No te preocupes!, dime ¿En qué puedo ayudarte! ¡Porque mi intuición me dice que no es precisamente una cita de cortesía! — ¡Tienes razón! ¡Necesito pedirte un gran favor! — ¡Cuéntame, si está en mis manos lo haré gustoso! — ¡Es un poco penoso para mí comentarte ciertas cosas, pero ahora lo que más me importa es mi hijo! — ¡Me preocupas Eleanor! — ¡Lo que te voy a comentar es muy delicado! ¡Te pido por lo que más quieras que no lo divulgues! — El hombre escuchó el relato de la que consideraba una de las mujeres más bellas que había conocido, no la interrumpió en ningún momento, cuando ella hubo terminado le preguntó. — Entonces ¿Crees que la duquesa pretenda publicar algo en los medios sobre tú hijo? — ¡Sí! ¡Sobre todo porque no creo que Richard acepte sus condiciones! — ¡No puedo negar que me sorprende lo que me has contado, sin embargo, soy un hombre de palabra, de mí no saldrá nada!, — ¡No sabes el alivio que me haces sentir! — Solo ¡Toma en cuenta que ella puede pedir la publicación a los de la BBC de Londres! — ¡Tal vez!, pero por eso te llamé a ti, tú tienes forma de enterarte, ¿Verdad? — ¡Es un poco difícil, aunque tengo un gran amigo que nos puede ayudar! — No obstante, pedirá algo a cambio. — ¡Mira si me ayudas, prometo convencer a Richard para que les de la primicia de su divorcio! Y ¡A ti, yo te permitiré publicar que Terrence Graham es mi hijo! — ¡No tienes que hacerlo! — ¡Yo quiero hacerlo! ¡Es mi forma de agradecer tú ayuda! — ¡Veremos! ¡Primero deja localizar a mí amigo, John Reith, es el director! ¡Hablaré con él de inmediato! ¡Ahora me voy! ¡Tengo que apurarme si queremos evitar cualquier publicación por el cambio de horario que hay con Europa! ¡Me comunicaré contigo en cuanto tenga una respuesta! — ¡Estoy muy agradecida!, por cierto, será Mery quien te atienda y se comunicará conmigo, porque salimos para Chicago en unas horas, ¡Son tantas cosas que están sucediendo que, espero no volverme loca! — ¡Tranquilízate! ¡Espera noticias mías! —
Matt se despidió cortésmente de ella y se dirigió a la salida, justo en el momento que llegaba el duque. Matt intuyó quién era, así que saludó amablemente. — ¡Es un gusto conocerlo, Matt Murray, amigo de Eleanor! — ¡Richard, duque de Grandchester! — Respondió el aludido, ofreciendo su mano a Matt. — ¡Me gustaría conversar con usted, pero ahora tengo trabajo que me ha encargado Eleanor, con su permiso! — Murray finalmente se fue, cuando estuvieron solos, Richard cuestionó a la diva. — ¿A qué se refiere? ¿Le solicitaste algo? — ¡Sí! — ¿Te parece si te cuento durante el viaje a Chicago? — ¡Esta bien! ¡Mí personal ya tiene todo preparado, logramos que el tren vaya directo, sin paradas, así llegaremos en menos horas, ¡Debemos prevenir a Terry! ¿Ya estás lista? — ¡Sí, cuando tú digas! — Era indudable el poder que tenía el duque, aun estando fuera de su país, el tren avanzaba rápidamente, ellos dos viajaban en un gabinete apartado de los demás, en tanto que, la señora Marlow quien ya tenía los ojos inflamados de tanto llorar, fue instalada en otro compartimento vigilada por los guardias del duque. Eleanor le comentó a Richard sobre sus sospechas de que Lucrecia acudiera a los diarios a publicar alguna noticia sobre Terrence, así mismo, el favor que le hubo pedido a Matt. El duque pensativo escuchaba a la actriz, quien, por un momento, pensó que se enojaría, no obstante, él por fin habló. — ¡Eres increíble! ¡Fue una afortunada idea! ¡Aunque dejé a Lucrecia vigilada, no dudo que utilice alguna treta para hacer lo que dices! ¡Hiciste bien, querida! — ¿Richard? — Exclamó la diva con voz trémula. — ¡Hay algo que quiero pedirte! — ¡Dime! — Al conversar con Matt, me dijo que el director de la BBC podría pedir algo a cambio, ¡Así que le prometí que le darías la primicia de tu divorcio! — Ella esperó la negativa, pero haría cuanto fuera para convencerlo. — ¡Mmm…! ¡Me parece bien, sólo que tendrá que ser una vez que el rey lo apruebe! ¡Eso será pronto! — ¿Cómo lo sabes? — ¡Porque llamó a Lucrecia para hacerlo de su conocimiento! ¡Eso quiere decir que lo ha aprobado!, sin embargo, ¡No puedo dar la nota hasta que haya hablado con su majestad! — ¡Entiendo, considero que el director de la BBC no se negará! ¡Finalmente es cuestión de tiempo, la primicia la tendrá! — ¡Es correcto! — ¡También yo a Matt le ofrecí que le daría la nota de que Terry es mi hijo! — Pero eso ¡Afectará tú carrera! — ¡No me importa! ¡Los dos tendremos que hacer lo correcto! — ¡Tienes razón! ¡Nuestro hijo deberá entenderlo!, en relación a ello, ¡Sí todo sale bien! ¡Cuando pase el tiempo dirás que es nuestro hijo! — ¡Richard! — Exclamó Eleanor con los ojos humedecidos. — ¡Te dije que estaba decidido a recuperarlos! — Concluyó el hombre, rosando la mejilla de ella, quien no se resistió a la caricia.
En tanto, sin preocuparse demasiado, Archie se sentía agotado, la tensión de todos esos días lo traía al límite, veía su diario, pensó en destruirlo, pero eran tantos momentos que había escrito ahí, que se detuvo de hacerlo, sin embargo, tampoco estaba dispuesto a volverlo a perder así que se dedicó a buscar el mejor lugar para esconderlo, su habitación ya no era segura, por lo que subió al tercer nivel, ahí donde Candy le confesó su amor, cuando llegó todo estaba como aquél día, los baúles con cosas de todos los Ardlay, ropa, cuadros y demás, notó que uno de ellos estaba abierto, se inclinó para ver de quién era; al notar que pertenecía a Candy no pudo vencer su curiosidad comenzando a ver todo lo que contenía. Con melancolía vio los uniformes de la chica, cuadernos, libros y fotografías, mismas que tomó, cayendo una que no era una foto, si no, más bien el recorte de un periódico, al levantarlo se dio cuenta de que se trataba de Terry. Lo primero que vino a su mente fue destruirla, pero no lo hizo. — ¡Eres el gran perdedor Grandchester! ¡Por mucho que te resistas, ella ya no es para ti! — Hablaba en voz alta optando por dejar caer el recorte de nuevo al baúl. Pensó que ese era el lugar más apropiado para guardar el diario, total, nadie lo buscaría ahí.
Terry buscaba a Albert, cuando entró en el salón el mayordomo le indicó que estaba en su despacho junto con Stear, así que decidió ir para hablar con ellos, comentarles lo que hubo sucedido con la pecosa momentos antes, e insistirle a Wiliam para que investigara quién la hubo golpeado, iba a tocar la puerta, cuando escuchó la voz alterada del magnate. — ¡No puede ser que todo se deba a una simple suposición, Stear! ¡Debiste informarme de inmediato! — ¡Lo sé tío!, pero ¡Me enteré un día antes de la fiesta de compromiso, incluso Patty, quería hablar contigo para comentarte! — ¡Si, es verdad! ¡Lo dejé pasar, pensando que no tendría gran importancia! — ¡La versión que tiene Patty es de las dos, de, Annie y Candy!, ¡Yo tengo la de Archie! — A pesar de que no escuchó perfectamente la conversación, el actor supuso que ya sabían el motivo del matrimonio, así que tocó insistentemente la puerta. Albert, que aún estaba alterado, preguntó de mala manera. — ¿Quién es? ¡No quiero que me molesten ahora! — ¡Soy yo, Albert, Terrence! — El mutismo se hizo entre sobrino y tío, no habían hablado de todo, tampoco estaban prevenidos para contestar todas las preguntas del inglés. No obstante, Albert le dijo a Stear. — ¡Creo que debemos contarle! ¡Es necesario o de lo contrario…! — ¡Ya sé Terry armará un terremoto, jajaja…! — ¡Stear! — Le llamó la atención el hombre mayor. — ¡Ya sé no es momento para bromas!, aunque debo aclarar que ¡Yo intenté hablar con él, pero no estuvo todo el día! — Sin decir más, William abrió y le cedió el paso al actor. — ¡Pasa Terry! ¡Tenemos que hablar! —
Ignorantes de la llegada de los inquilinos de la mansión, Candy y Patty se acercaban a la entrada de la mansión, encontrándose con Elisa, quien no evitó mostrar su regocijo al ver la piel enrojecida del rostro de la que consideraba su peor enemiga. — Jajaja… ¡Parece que alguien ya te dio tu merecido, huérfana! — ¡Elisa no queremos problemas, deja en paz a Candy! — Reparó Patricia. — ¡Tú no te metas! ¡Se te olvida que no eres más que un huésped! — ¡Y la novia de uno de los miembros del clan, tampoco lo olvides tú! — Elisa notó el cambio en el carácter de Patty, todavía la recordaba como una chica llenita, tímida, apocada e insegura. — ¡Eso no te da derecho a intervenir, Patty! ¡Yo me preocupo por el bienestar de la dama de establo! ¡Se ve que esa mejilla tomará un color morado… jajaja…! — ¡Eso tampoco debe importarte Elisa! — Declaró Candy. — ¡Tienes razón, no me importa!, pero ¡Si me da gusto! ¿Quién te pegó?, para ¡Felicitarlo!... Jajaja… ¡No me digas! Que ¡¿Terry lo hizo al saber que estás embarazada?! Ambas amigas se miraron sospechando que había sido la pelirroja, la que se encargó de decirle a la tía abuela semejante mentira. — Y ¿Tú cómo sabes que estoy embarazada, Elisa? — Le interpeló la rubia. — ¡Seguramente ella fue la que inventó esa intriga! — Intervino Patty. — ¡Mentira no es! ¡Siempre te has caracterizado por ser una vulgar mujerzuela! ¡Una buscona! ¡Acosas a todos los hombres! ¡No te conformaste con robarme a Anthony, después a Terry, pero fue Archie el único tonto al que embaucaste! ¡Porque cuando lo intentaste con Neil no te funcionó! — ¡Estás enferma de odio y envidia, Elisa! — Comentó Patricia. — ¡Déjala Patty, es mejor irnos, no vale la pena discutir con ella! — Las jóvenes iban a proseguir su camino, cuando la pelirroja con la ira por delante se atrevió a decir. — ¡Me alegra que te cases y te largues de aquí! ¡Pronto Archie se dará cuenta de que no vales la pena y te dejará! ¡Igual que Terry te dejó por Susana! — Candy no aguantó más, ya era demasiado tiempo tolerando los agravios de esa chica, que sin prudencia alguna le asestó dos fuertes bofetadas a la iracunda muchacha quien comenzó a gritar pidiendo ayuda.
Los gritos se escucharon en toda la mansión, la tía abuela, que esperaba la llegada de su sobrina favorita, intrigada se acercó a la entrada para ver de qué se trataba semejante escándalo, en cuanto la pelirroja la vio corrió a ella solicitando su ayuda, alegando que Candice la hubo golpeado sin razón alguna. La anciana en primera instancia abrazó a Elisa, pero al escuchar su llanto, no pudo contener el coraje que todavía fluía en contra de Candy, sin vacilación la tomó de ambos brazos comenzando a zarandearla. — ¡Mal nacida! ¡Siempre causando daño! ¡Maldita la hora en la que te apareciste en nuestras vidas! — Mientras sucedía esto, Elisa reía detrás de la tía abuela, una reconfortante sensación de triunfo se vislumbraba en sus ojos ambarinos obscurecidos por la maldad de su alma. Las manos de la señora Elroy le parecieron a la rubia dos fuertes garfios que se adentraban en su carne, provocándole emitir un fuerte quejido. — ¡Suélteme por favor! ¡Me está haciendo daño! — ¡Señora Elroy suelte a Candy! ¡Por favor, suéltela! — Le gritaba Patty. — ¡Tú no te metas Patricia! — Se interpuso la pelirroja en el camino de Patty, quien intentaba ayudar a su amiga. Elroy estaba fuera de sí, odiaba tanto a esa mujer, que quería deshacerla con sus propias manos. Candy impactada, no quería aventar a la anciana, quien le soltó un brazo para tomarla de los cabellos, sin embargo, la chica aprovechó el momento y aventó a la mujer, que casi cae, el corazón noble de la chica hizo que detuviera su caída. — ¡Suéltame estúpida! ¡No me toques! ¡Te odio! — Al decir esto aventó a la rubia tan fuerte que golpeo la puerta de cristales haciendo que estos se rompieran; el estruendo fue tal que Terry, Albert y Stear lo escucharan acudiendo de inmediato a ver lo que sucedía, alcanzando a escuchar lo que decía Elroy y observando cómo Elisa forcejeaba con Patty. — ¡Deténgase! — Gritó Terrence. — Candy corrió a sus brazos, Stear aventó a Elisa y abrazó a su novia, en tanto que Albert quería ir a auxiliar a su tía, pero sus pies parecían estar clavados en el piso. Melisa, que también escuchó el bullicio, se acercó a su novio para tomarle del brazo. — Pero ¿Cómo se atreve a darme órdenes? — Increpó Elroy a Terry. — ¡Tía! — Habló William. — ¡Cálmate! ¡Es mi invitado! — ¿Tú invitado? ¿Qué hace abrazando a la prometida de Archibald? — ¡Es su amante, tía! — Vociferó Elisa, provocando que la mirada de todos se clavara en la pareja. — ¡Creo que deben calmarse! — Se atrevió a decir Mely. — ¡Usted tampoco puede opinar! ¡William llévate a esa mujer! — ¡No tía! ¡Cálmese por favor! — ¡No me impondrás la presencia de nadie! — ¡Tú, tú eres la culpable de todo esto! — Dijo la anciana señalando a Candy. — ¡No se atreva a faltarle al respeto, señora! — Intervino Terry. — ¡Terry, Stear, llévense a las chicas al estudio! ¡Tía vamos a su recámara! ¡Elisa ve a tu casa! — Ordenó el magnate. — ¡Yo no me muevo si la tía abuela no me lo ordena! — ¡Te lo estoy mandando yo! ¡Vete! — ¡William, tú no puedes! — Quiso decir Elroy. — ¡Basta tía! ¡Quise tratar esto en privado! Sin embargo, tu necedad me orilla a plantearte lo siguiente, ¡Te lo dije una vez y te lo reitero! ¡Las decisiones sobre Candy me competen solo a mí! ¡Ni tú, ni nadie tiene el derecho a ponerle una mano encima! ¡Olvidas que gracias a sus cuidados pude sobrevivir, mientras perdí la memoria! ¡Todo este tiempo he tolerado tus exabruptos, pero hoy has rebasado los límites! ¡Es preciso que decidas! ¡O respetas a Candy y sus decisiones que serán respaldadas por mí o te tomas un tiempo en Escocia! — El rostro de la mujer mayor palideció ante la mirada azorada de los demás que esperaban la reacción de la que durante mucho tiempo fue la matriarca del clan Ardlay.
Continuará…